Naufragio del apocalipsis Pilar Velasco

Cuando abandonamos definitivamente la juventud, renunciamos a hacernos ilusiones.
Pienso en esta afirmación y me pregunto si aplica a nuestra vida. Me veo en este momento vital en el que hemos entrado en una especie de rueda de producción infinita, en la que te levantas a las 6 y media de la mañana para no parar en todo el día y meterte en la cama pensando que has hecho muchas cosas pero no sabes si todas son necesarias. Aceptamos lo que tenemos, pero ¿seguimos luchando por lo que soñábamos con llegar a ser?, ¿nos conformamos? Creo que, efectivamente, cuando dejamos de imaginar todo lo que puede pasar, todo lo que podemos hacer, cuando aceptamos que cambiar el mundo no es tan fácil, dejamos de luchar por intentarlo.
Durante la juventud vivimos con el anhelo del porvenir y, por ende, con el ansia de todo lo posible. Y cuando la dejamos atrás, limitamos el campo de nuestras aspiraciones.
Me encantaría que la frase fuese mía, pero no, es de Antonio Machado. La reflexión está sacada de su discurso de aceptación de su ingreso en la RAE. La leyó esta semana, de forma magistral, el gran José Sacristán. Era un discurso escrito hace muchos años, un discurso que jamás se pudo leer, todos sabemos por qué. La historia le debía esto al gran poeta y, esta semana, se le ha hecho justicia.
Durante la juventud vivimos con el anhelo del porvenir y, por ende, con el ansia de todo lo posible. Y cuando la dejamos atrás, limitamos el campo de nuestras aspiraciones
Todo lo que decía Machado en ese discurso retrata muy bien la resignación de la madurez. Dejar de creer que lo imposible es posible. Dejar de imaginar cómo podríamos mejorar nuestra realidad, muchas veces manchada de situaciones y obligaciones absurdas, impuestas por costumbres y vicios de una sociedad que prefiere vivir mirando y criticando todo lo malo que tenemos a poner el foco en lo extraordinario de este momento.
En esta semana en la que nos hemos quedado a oscuras, las palabras y reflexiones no leídas de Machado ponen un poco de luz a lo que somos. Llevamos una semana intentando saber qué pasó durante esos 5 fatídicos segundos del lunes. Y no tenemos respuestas. Y, mientras, escuchamos explicaciones interesadas de unos y otros, de los que quieren matar las renovables y de los que quieren impulsar las nucleares, no nos paramos a pensar en que, en pocas horas, el país volvió a la luz. Pasó lo peor, sí, pero se reaccionó en tiempo récord. Quizás no ayuda que sigamos sin tener, de verdad, un análisis claro y, lo más importante, la certeza de si esto puede o no volver a pasar. Porque ya no vale que nos digan que tenemos una red eléctrica fuerte. Esto también nos lo decían antes de lo que pasó el lunes, y ocurrió.
En estos tiempos en los que todo lo extraordinario que imaginábamos como imposible puede realmente ocurrir, quizás necesitemos volver a esos sueños de juventud en los que imaginábamos poder hacer cosas excepcionales. Gracias, Machado, por habérnoslo recordado desde el pasado, desde ese discurso que se quedó guardado en un cajón y que, esta semana, hemos podido recuperar. Gracias.
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'The rest is memory'
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