Ese programa del que usted me habla

No quiero ni una cara larga, que estamos de enhorabuena: ahora la tele pública por fin es «diversa». ¿¡Cómo!? Mira, es que sale Belén Esteban, Kiko Matamoros y María Patiño, adalides de la pluralidad de toda la vida: nunca te irás a la cama sin aprender algo nuevo. Nada puede salir mal si comienza con un desfile de gusto exquisito. Atiendan al elenco: grafiteros (pintando sobre tabla, hermosísima metáfora); Víctor Sandoval, la hija más sagaz de Isabel Pantoja, Rocío Carrasco apareciendo debajo de la máscara de un cabezudo, Cayetana Guillén Cuervo y Paloma del Río haciéndose (incansablemente) las sorprendidas, coreografías a la altura de las sensacionales actuaciones de fin de curso de los colegios de Albacete y la participación especial del batallón de momias vocingleras recién pescadas del naufragio de Mediaset.

Tiene que haber algo que pinchar en la televisión de nuestros impuestos a medio camino entre los documentales sobre el Serengueti y la elevación de la telebasura al rango de las bellas artes

Para darle prestigio al asunto, trufaron el cortejo con Martín Bianchi, Bob Pop y otros colaboradores capaces de enhebrar una subordinada completiva sin ponerse nerviosos. «Una lección de televisión», se repetían ellos mismos al compás del rotulista más ingenioso a este lado del Manzanares. No seamos ingenuos: tampoco es que la parrilla de TVE haya sido un dechado de virtud hasta el advenimiento de La familia de la tele. Ahí sigue Máster Chef (ese parque temático del capitalismo postindustrial y del nepotismo). Ni me olvido de aquel programa que le dieron a Carlos Herrera, Amigas y conocidas, o de la novela de después de comer, que no me queda claro por qué es de servicio público. De las nuevas incorporaciones, ignoro si alguien sigue viendo el programa de Jesús Cintora ni si queda algún formato de El Terrat por aterrizar. La verdad, no tengo conocimientos para enjuiciar el plan maestro que está desplegando José Pablo López en el ente público, pero, camarada, te va a hacer falta un milagro para que nos traguemos que Belén Esteban esmerándose en aprender lo que significa «dixit» es de interés general.

Para rellenar esta columna, he picoteado las últimas emisiones. Cosas veredes, ¿eh? María Patiño entrevistando a Kiko Matamoros sobre el mal momento que está pasando (¡pluralidad!) un señor con una melena que ya quisieran en el musical del Rey León entrevistando a José Manuel Parada, que tenía la mirada de las mil yardas (¡servicio público!), Lidia Lozano bailando una danza aborigen llamada «el chuminero», última hora desde Cantora, Inés Hernand asintiendo muy fuerte, disputas sobre el ajuar de Lola Flórez, ranquin de los animales más letales (información que bien podría darte la pantalla del autobús de línea) y el ritmo desenfadado y catastrófico que hizo grande a Sálvame.

No le veo un pero, oiga. A ver si se relajan y empiezan a mentarse a la madre, afloran las bajas pasiones que los hicieron grandes y algún connoisseur de la pequeña pantalla nos explica por qué el Quijote de Pierre Menard es mejor que el de Cervantes. Tiene que haber algo que pinchar en la televisión de nuestros impuestos a medio camino entre los documentales sobre el Serengueti y la elevación de la telebasura al rango de las bellas artes. En fin, tiembla, BBC.

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