El posfascismo es fascismo Miguel Lorente Acosta

Hay quien dice que el sabotaje que paralizó el domingo nuestra red ferroviaria y dejó atrapadas, en estaciones y trenes, a miles de personas que volvían del puente de mayo, se debe a la falta de previsión por parte del Gobierno. Es decir, otro día en la oficina, lo de siempre, lo del apagón eléctrico, la pandemia y demás catástrofes. Todo parece indicar que se trató de un ataque orquestado y estratégico, dado que se realizó de manera sincronizada en diferentes puntos, saltando vallas y buscando ángulos muertos de las cámaras de vigilancia o lugares donde no las había, y que lo que se han llevado los asaltantes, que son algunos metros del cable que controla el estado de la vía e informa de irregularidades y peligros, no tiene el suficiente cobre como para proporcionar un beneficio económico con su venta, pero nada de eso le importa a la oposición y su eterno "la culpa es de Sánchez". Cuando nos quedamos a oscuras, Núñez Feijóo se acercó a los micrófonos de la prensa a vaticinar, con tono entre amenazante y justiciero, que “todo se sabrá”, aunque no parece que en eso esté incluido lo de la dana en Valencia, sobre la que él y su partido son más partidarios del 'Mazón y cuenta nueva'. Que su acusación sea que han faltado explicaciones, viniendo de donde vienen, resulta escandaloso. Para el PP todos los líquidos son gasolina.
Nada está a salvo de la polarización. Ni de los sabotajes. Y habrá quien sigue pensando lo de siempre: cuanto peor vaya todo, mejor para nosotros
El atentado, que también pudo causar un desastre de proporciones trágicas, ya que esos cables tienen la función de informar sobre riesgos o fallos que pudieran dar lugar a accidentes, se cometió con la intención de provocar el caos y hacer el mayor daño posible, sin escatimar en medios violentos: se cortaron alambradas, se reventaron candados y se destrozó una caseta dotada de cámaras, situada a quinientos metros del lugar de los hechos. Sabemos, por lo tanto, qué ha pasado e intuimos para qué, así que falta saber quiénes lo hicieron y, tal vez, quiénes se lo ordenaron. La cercanía de este suceso con el fundido a negro anterior, que aún no tiene explicación clara, dará lugar a teorías especulativas, avivadas probablemente por la defensa a coro que las y los líderes de la derecha han llevado a cabo de la energía nuclear, culpando de lo ocurrido entonces a las renovables. Pusieron un impuesto al sol, qué otra cosa se puede esperar de esa gente.
Ahora, por supuesto, también se exige más inversión, más policía, más helicópteros de patrullaje aéreo, más videocámaras… pero no será fácil asumir el coste que supondría controlar miles de kilómetros de la red, al menos hasta que el dinero crezca en los árboles, cosa que, por ahora –y mira que ha llovido y sigue haciéndolo–, no parece muy posible.
Nada está a salvo de la polarización. Ni de los sabotajes. Y habrá quien sigue pensando lo de siempre: cuanto peor vaya todo, mejor para nosotros.
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