Gente corriente... en el dolor y en la alegría

El sábado estuve en una reunión familiar que nunca olvidaré. Fue una celebración de inmensa alegría por el logro de algo que anhelaban desde hace años, pero también estuvo presente la tristeza, faltaba uno de ellos, uno muy importante, Antonio. Honestamente, me daba bastante apuro entrar en esa casa, sentí que me ‘colaba’ en la intimidad de una familia de la que no formo parte. Pero Lola me había escrito aquella mañana para que estuviera a su lado, tan solo cuatro días después de abrazarnos en el tanatorio, en la despedida de su compañero de vida, no podía decir que no. 

Y verla rodeada de su gente, esa con la que Lola lo comparte todo —es una mujer generosa hasta la obsesión—, fue balsámico. Ya sabemos que el dolor profundo se sufre en soledad y nada ni nadie puede hacerlo desaparecer de un soplido, pero cuánto amortigua el desgarro un colchón de amor del bueno... Aquella reunión tenía el aroma resultante de la fusión de sentimientos, como una mezcla suave de café. Contenía el dolor y la alegría, la satisfacción y la tristeza, se fundían la pena porque él no había llegado a disfrutarlo y la certeza de que lo estaría viendo desde algún lugar... Todo estaba allí, en una casa sencilla con hierba y vistas al cielo. 

No pertenezco a esa familia numerosa, por eso agradecí tanto que me dejaran ser espectadora de su momento inolvidable

No pertenezco a esa familia numerosa, por eso agradecí tanto que me dejaran ser espectadora de su momento inolvidable. Y sí, vibré con ellos y gocé cuando los veía saltar sobre la hierba, cantar, celebrar y me conmoví cuando se acercaban a abrazar a Lola, que lloraba por la emoción colectiva pero, sobre todo, por esa pena tan suya, tan honda. 

La fiesta del sábado se celebró en Vallecas, en su estadio, el de su equipo, el de ese pueblo que se resiste a perder su ADN y ahí lo lleva. El Rayito hizo historia, vuelve a Europa y Lola y sus hijos pegaron en su álbum vital la foto del primer partido sin Antonio, aunque él estaba allí, claro que estaba. 

NOTA: Hace dos años —exactamente— escribí un artículo en el que hablaba de ellos, Lola Barraza y Antonio Hita, dos abonados emblemáticos del Rayo Vallecano pero, sobre todo, dos buenas personas

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