Los santos indecentes Pilar Portero

A un pueblo entero lo exterminan en directo ante nuestros ojos y la madrugada del viernes una madre escapó de la muerte sólo para que la dejaran muerta en vida: como no pudo matarla a ella, su agresor mató a la hija de ambos. En las ocho horas previas a escribir esta columna, ninguna de las múltiples personas con las que he compartido algún momento o espacio de comunicación se ha referido a ninguna de esas noticias, ni a otras.
Alguien me dijo hace poco que se enteró de que murió el papa tres días después, porque se lo comentó otra persona, y yo me obsesioné pensando cómo eso puede llegar a ocurrir. Ocurre todo el tiempo. La ruptura de tantas personas con los medios de comunicación no es con un oficio, el periodismo, sino con un contexto: el que les rodea. Los periodistas nos volvemos locos buscando cómo enganchar a la gente de nuevo, la palma de la mano en el pecho: por mi culpa, por mi culpa y por mi gran culpa. Y las hay, pero lo que también hay son más maneras de informarse que nunca antes –y el periodismo más sofisticado que nunca antes–, aunque conviva con el que no es ni lo primero y, aun así, la gente sigue yéndose. Lo llaman desconectar.
Una sociedad ultraindividualista como la nuestra sólo puede ser una sociedad indolente
Una sociedad ultraindividualista como la nuestra sólo puede ser una sociedad indolente. “Yo paso de las noticias” en mi mente se traduce como “yo paso de todo lo que no me afecte directamente en mi pequeña vida diaria”. Incluso aunque sí pueda hacerlo. Vivimos en un mundo que huye hacia adelante sin mirar atrás. Escribo estas líneas con las persianas bajadas como si fueran las cuatro de la tarde en agosto y está cayendo una granizada brutal en la provincia de al lado. No ha acabado mayo, el verano es temible. Que el clima es extremo no se le escapa a nadie realmente, sólo hay quien prefiere hacer como que no lo ha visto. A ver si ellos logran pasar el tronco antes de que se gire, y quien venga detrás que corra.
Los profesores nos dicen en Twitter a todas horas que nunca habían visto algo como lo que ocurre en sus aulas. Que los chavales no son capaces de prestar atención, que no tienen competencias básicas para su edad, que no hay quien los motive, que hay más violencia, también contra ellos. Cuando por la calle se ven bebés con un móvil sujeto al carrito y hay niños de cuatro años que saben qué es El juego del calamar porque lo han visto en TikTok, es fácil que a ninguno se nos escape qué está pasando. Otra cosa es que no queramos verlo para no abordar la ingente tarea que conllevaría cortar esta espiral de autodestrucción. Pereza, vagancia, haraganería, gandulería, flojera, galbana, negligencia, desidia, dejadez, indiferencia, apatía, pachorra, boludez. Cualidad de indolente.
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