ENTREVISTA
Nerea Barjola: "Libertad de expresión también es denunciar públicamente a los agresores"

Microfísica sexista del poder (Virus, 2018) sigue siendo hoy, siete años después de su publicación, el libro de cabecera de quienes tratan de entender cómo el terror sexual condiciona la vida de las mujeres desde el mismo momento en que ponen un pie en el espacio público. Nerea Barjola (Santurce, 1980), politóloga, militante feminista y doctora en Género por la UPV/EHU, sigue haciéndose las preguntas precisas sobre la violencia sexual, sus tentáculos y sus alianzas. Barjola propone un cambio de mirada: señalar a los agresores, en lugar de cuestionar a las víctimas. Desenmarcararles, impugnar sus estrategias y crear un frente capaz de contener todo el abanico de violencias que atraviesa la vida de las mujeres, hasta casi formar parte del paisaje. Su último trabajo, el informe Después del silencio, pone la lupa sobre la violencia sexual normalizada en un sector especialmente hermético: la industria del cine.
Una de sus últimas investigaciones gira alrededor de la violencia sexual en la industria del cine. La violencia contra las mujeres está en todas partes, pero ¿qué elementos hacen de esta industria un terreno abonado para la violencia sexual?
Si bien es cierto que en el resto de contextos hay una naturalización y normalización de las violencias, cuando hablamos de la industria del cine y del audiovisual esta normalización además forma parte del entorno laboral. Y eso implica aceptar su existencia y asumirla como condición inevitable. Además esto dificulta la identificación de las violencias y perpetúa un sistema que las invisibiliza y que las legitima. Forman absolutamente parte del sistema troncal del entorno laboral. Por otro lado, las mujeres se encuentran en un contexto de una jerarquía extrema de la industria que a su vez es el resultado directo de la violencia estructural machista. Esto, junto con la precariedad laboral y la cultura de la permisividad, refuerza las dinámicas de violencia.
¿De qué manera opera el poder en esta industria? ¿Cómo influyen cuestiones como la admiración hacia los profesionales del sector y la necesidad de establecer relaciones interpersonales para promocionar?
Es una característica que deja muy vulnerables a las mujeres. Ocurre lo mismo cuando nos cuesta identificar las violencias que ejercen nuestros amigos, o los hombres a los que queremos, porque les miramos desde nuestro lugar, les miramos desde el amor y la comprensión, necesitamos salvarles a veces. Esto mismo está presente en las relaciones laborales en las que se puede dar una diferencia de edad notable: su carrera está desarrollada, tú has tenido acceso a su trabajo y te puede generar admiración, lo que te deja un poco inerme para poder identificar la violencia. Además el mundo audiovisual y cinematográfico es el lugar de cumplir tus sueños, así que el hecho de que te reconozca una persona a la que profesionalmente admiras hace muy difícil identificar que lo que está ocurriendo es violencia.
Ellas tienden a no denunciar, pero sí generan redes y espacios seguros para contar lo sufrido.
El único protocolo que funciona es aquel que comprende a las mujeres, la ayuda entre ellas y la sororidad. Muchas de las que han pasado ya por procesos de enfrentar distintas violencias, cuando llegan a puestos de responsabilidad tratan de hacer un cambio en los equipos y reformular las situaciones para ayudar a las más jóvenes. Dentro de los equipos hay mucho silencio, pero también hay mujeres que se apoyan entre sí. Tenemos que poner en valor todo el ejercicio de acompañamiento que hacen muchas mujeres en esos espacios y cómo se ayudan las unas a las otras.
Y frente a esa sororidad, está el pacto entre hombres
Me gusta mucho hacer una diferencia: no es complicidad, es pacto. La complicidad es coyuntural, puede aparecer en un momento dado o hacia una persona concreta, pero luego hay otras dinámicas que se están dando que tienen que ver con el pacto entre hombres: un pacto operativo entre ellos, no tienen que quedar para hablar de él, sino que se da por sentado. Se ve en determinadas situaciones o en comentarios. El típico “bueno, ya sabes cómo es, un poco tocón pero no pasa nada, estás exagerando”. Incluso en las formaciones sobre violencia, entre ellos aparece la broma, se miran entre ellos como diciendo “estas mujeres tienen la piel muy fina”. Eso lo que hace es vaciar de contenido la herramienta del protocolo, porque la están poniendo en cuestión, está haciendo bromas sobre ella. Una parte importante de la estructuralidad de la violencia es el pacto entre hombres. Un pacto muy sutil que a veces no se ve, pero está ahí.
¿De qué manera penaliza a las mujeres verbalizar la violencia sexual? En el informe dicen que la única cultura de la cancelación es la que recae sobre ellas
Es clarísimo y nos ayuda a desestabilizar todos los bulos, mentiras y negacionismo que se están dando en el contexto social y político actual. Cuando tú haces un informe con rigor y recoges los testimonios de las mujeres, constatas el impacto en su vida profesional. La violencia sexual no solo afecta a su seguridad y a su bienestar, sino también a las condiciones de su desarrollo profesional, su forma de estar en el sector y su permanencia en él. Las mujeres modifican sus comportamientos, su vestimenta, sus relaciones, se autocensuran, se aíslan, renuncian a sus sueños e incluso abandonan el sector.
La violencia sexual no solo afecta a la seguridad y bienestar de las víctimas, sino también a las condiciones de su desarrollo profesional
Esta modificación de los comportamientos atraviesa a las mujeres incluso en lo cotidiano y en forma de prevención de las violencia: por ejemplo, a la hora de elegir qué calles no transitar de noche para evitar sustos.
Todo eso nos atraviesa, en general, de manera continua en todos los aspectos de nuestra vida y concretamente se traslada a la vida profesional.
En los últimos meses ha emergido un #MeToo en la política, con casos relevantes como Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. ¿Qué respuesta social y política merecen las mujeres, más allá del titular del momento?
Yo diría que el problema precisamente es el titular. Cuando lees el titular ya te estás dando cuenta que no está habiendo un análisis riguroso, ni político. Todo lo contrario: se vacía de contenido el análisis crítico y la reflexión política sobre las violencias sexuales. Generalmente el titular te lleva a ubicar el problema en el lugar donde no es: no hacia una reflexión sobre por qué los hombres ejercen violencias sexuales, sino a una reflexión de cómo las mujeres tenemos que evitarlo, si hay o no credibilidad en nuestro testimonio, se piden detalles absolutamente exhaustivos para hacer un análisis de credibilidad… Y ahí aparecen operativas todas las dinámicas que refuerzan la permanencia y la impunidad de las violencias sexuales. Hay un acercamiento al análisis de las violencias sexuales que de por sí ya es errónea. Nosotras tratamos de generar informes para poner sobre la mesa el debate, y el titular acaba siendo puramente patriarcal y vacía de contenido. Tenemos que tener responsabilidad con respecto a lo que leemos y con respecto a lo que publicamos.
Muchas voces dieron credibilidad sólo a aquellos relatos que describían claramente delitos, pero se minusvalora las vivencias violentas que se salen de esos márgenes. ¿Se sigue ligando la credibilidad de la víctima a la judicialización de la violencia y al éxito en los tribunales?
Se pone la denuncia jurídica como la única vía para ser creídas o como la única vía para para tomar medidas. Es preciso eliminar la lógica de la denuncia como única vía de intervención. Tenemos que generar herramientas alternativas que nos permitan actuar sin necesidad de judicializar los casos, no podemos seguir planteando la vía judicial como una justificación para no intervenir cuando está habiendo una denuncia por violencia sexual. La vía judicial es una vía, pero no es la única. Muchas mujeres ni siquiera quieren plantear la vía judicial y además sabemos perfectamente que la reparación no viene de ahí. Tenemos testimonios de mujeres que denuncian y aun teniendo sentencias condenatorias no han obtenido reparación, porque el proceso judicial ha sido revictimizante y humillante para ellas. Y sin embargo, otras sin denunciar han obtenido reparación porque el proceso colectivo ha sido importante y ha sido potente. Las violencias sexuales son colectivas y la reparación es colectiva igualmente. Poner el foco en la judicialización de los casos es una manera de no responsabilizarse de las violencias sexuales que todo el conjunto social sujeta. Cuando alguien dice “donde se tiene que ver esto es en los juzgados”, en realidad es una forma de no responsabilizarse de la violencia que conoces, que sabes que ocurre. +
Tenemos testimonios de mujeres que denuncian y, aun teniendo sentencias condenatorias, no han obtenido reparación, porque el proceso judicial ha sido revictimizante y humillante para ellas
El caso de Dani Alves sí parecía haber sido un buen proceso judicial, pero llegó la sorpresa de la absolución.
Es la culminación de todo este proceso antifeminista y de reacción patriarcal ante el avance feminista. La primera sentencia la vivimos con cierto optimismo, pusimos de manifiesto que la importancia no está en la condena, sino en el proceso y lo pusimos casi como paradigma de cómo se había activado un protocolo, de cómo se habían llevado a cabo actuaciones… El nuevo fallo es la culminación de todo un proceso político, sociológico y cultural. La misma sentencia que parecía que nos estaba abriendo la posibilidad de comprender las violencias sexuales desde otro paradigma y desde otra manera de intervención, se torna de pronto en un aviso aleccionador. Una vez más, es el golpe patriarcal sobre la mesa.
El feminismo ha encajado el libro ‘El odio’ como una forma de revictimizar y lesionar a Ruth Ortiz, pero no todo el mundo lo ha visto así. Muchos apelan a la libertad creativa y de expresión.
Los discursos negacionistas de la violencia de género lo justifican todo a través de la libertad de expresión. Libertad de expresión también debería ser poder denunciar públicamente a los hombres que nos agreden, y sin embargo estamos viendo a hombres que, en base a su derecho al honor, están poniendo denuncias a las mujeres que los señalan. Hay que poner en cuestión qué es eso de la libertad de expresión, cómo lo utilizamos de manera arbitraria cuando nos conviene. Por otro lado, debemos hacer una reflexión muy profunda sobre cómo banalizamos los asesinatos de menores por parte de sus padres, hasta el punto de vaciar de contenido político lo que supone que un hombre mate a sus hijos. El morbo es una forma de expresión patriarcal. En este contexto es una manera de deslegitimar todo el conocimiento que hay sobre las violencias machistas y dejarlo en un lugar puramente banal, de consumo y de ocio.
El morbo es una forma de expresión patriarcal
Esto nos lleva a la figura del 'true crime', sobre la que ha reflexionado con frecuencia. En su libro analiza el crimen de Alcèsser y el terror sexual, ¿en qué otras formas perdura este terror disciplinante contra las mujeres?
Sigue de manera constante, paulatina y continuada. Hay una clara implementación del terror sexual de distintas formas y en distintas dinámicas. El true crime lo vendemos como si tuviésemos derecho a banalizar y a generar morbo. Muchas veces se escudan en ideas de que el ser humano se siente atraído por lo oscuro. Hay como una fascinación hacia el asesinato, hacia las violencias, que lo cubre todo. ¿Dónde estamos poniendo el marco de interpretación, el marco de lectura y qué nos está fascinando? Cuando nos fascina Jack el Destripador, ¿qué nos fascina exactamente de él? ¿Que asesinaba a mujeres, que las abría en canal? Cuando aceptamos esa fascinación, estamos aceptando cómo la vida de las mujeres no cuenta y cómo estamos acostumbradas a que sus cuerpos sean abiertos, expuestos, descuartizados y agredidos. A mí me molesta mucho que hablemos de fascinación cuando estamos hablando de violencias machistas.
Cuando aceptamos la fascinación en torno a la violencia machista, estamos aceptando que la vida de las mujeres no cuenta
Quería preguntarle por la violencia contra las mujeres trans, especialmente después de la sentencia de Reino Unido y el recurso en manos nuestro Tribunal Constitucional. ¿Está el feminismo sabiendo tender la mano a las mujeres trans?
El 60,3% de las mujeres de la industria audiovisual han sufrido violencia sexual
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A mí me parece una barbaridad lo que ha ocurrido en Inglaterra y me parecen una barbaridad todos los discursos de odio transexcluyentes. El feminismo va a estar siempre a la izquierda de la izquierda y radicalmente la taxonomía del feminismo es luchar por todas nuestras compañeras y porque los derechos humanos estén en el centro. Las mujeres trans sufren una violencia machista brutal.
Hace unos años, en un acto público, decía que nunca había confiado del todo en construir procesos transformadores dentro de las instituciones, pero reconocía que empezaba a cambiar de opinión. ¿En qué punto está ahora? ¿Puede el feminismo conseguir cambios desde la institución?
Yo creo que la institución mejora cuando tenemos compañeras feministas dentro. Sé que las compañeras feministas sufren mucho trabajando en la institución y hay que ponerlas en valor. Hay una diferencia radical entre que una mujer vaya a un servicio y le atienda una compañera feminista o no. No me atrevería a decir que las feministas transformen la institución, pero sí generan cambios importantes dentro de las dinámicas y las lógicas de su funcionamiento. Además, no todas las mujeres están en procesos comunitarios en los que intentar organizarnos de manera colectiva, hay muchas que acuden a la institución para recibir ayuda y tienen que ser recibidas de la mejor manera posible. Y eso solo es posible si el feminismo cruza la institución de manera transversal.