Yolanda Díaz: "Votar en contra de la gente trabajadora de un país es algo muy difícil de entender"

Ministra de Trabajo y Economía Social desde enero de 2020 y vicepresidenta segunda del Gobierno de España desde julio de 2021, Yolanda Díaz ha impulsado algunas de las medidas estrella de los dos Gobiernos de coalición: de la reforma laboral a las distintas subidas del Salario Mínimo Profesional, pasando por la reducción de la jornada laboral, que salió hace unos días con lazo del Consejo de Ministros, pero que no tiene los apoyos garantizados en su trámite parlamentario. La luz verde a la reducción de la jornada coincide con un récord de 21,6 millones de afiliados a la Seguridad Social y el paro más bajo desde 2008. La vicepresidenta responde a las preguntas de este medio en el marco del Foro infoLibre sobre El impacto de la nueva jornada laboral, avances y retos.

Bienvenida a infoLibre. Vamos a hablar de esta reducción de la jornada laboral que tanto parece molestar a algunos. Porque sorprende que la CEOE, a pesar de haber firmado numerosos convenios en los que ya se recogen las 37 horas y media, se declare en contra. El PP, haciendo seguidismo de la CEOE, también dice no, al igual que Junts. ¿Por qué a estas alturas de la vida hay tantas resistencias con algo de lo que ya disfrutan millones de trabajadores?

Por una herramienta que es clave, que se llama esperanza, porque saben perfectamente que esta medida puede cambiar la vida de la gente y, por tanto, le da fuerza a la ciudadanía para seguir reivindicando más derechos. Mi padre me ha enseñado en casa que la esperanza es el motor de arranque de las políticas sociales y de los cambios sociales.

Digo siempre que cuando un trabajador o una trabajadora, aunque pone en riesgo su trabajo y sus salario, va a la huelga, lo hace porque tiene la esperanza de conseguir mejoras; o si nosotras salimos a las calles de Madrid a movilizarnos por la sanidad pública, lo hacemos porque sabemos que se pueden cambiar las cosas.

Y por eso creo que a pesar de estar instalada ya la reducción de la jornada en España, incluso en muchas comunidades autónomas –como es el caso de Cataluña, donde en 2024 el 30% de los convenios colectivos estaban ya muy por debajo de esa jornada–, necesitan paralizar avances que, insisto, den esperanza a la ciudadanía. No hay nada tan potente como es esto.

A veces no es ganar un derecho, es que es un mal ejemplo para que los trabajadores y las trabajadoras sigan exigiendo más. 

37 horas y media que usted ha dicho ya que no va a cumplir como servidora pública. 

Ni de broma, no lo voy a hacer. 

¿Hay alguna otra profesión, oficio, ocupación que debiera quedar exenta de esta jornada laboral?

Yo creo que ninguna, porque nosotras y nosotros no trabajamos como hace 42 años, hay inteligencia artificial, hay productividad, no tenemos necesidad de trabajar así, es más, tenemos que trabajar mejor. Nos estamos enfermando, vivimos en sociedades que están absolutamente exhaustas, que están agotadas, que están estresadas.

Estamos multiplicando bajas temporales por incapacidad, por salud mental... Hay malestar social. En un país que está creciendo al 3,2%, hay riqueza suficiente para poder repartir el tiempo de trabajo y vivir un poquito mejor. La jornada, ¿por qué es tan discutida? Porque no es una variable económica más. No es solo que incremente el 2,2% el coste laboral –el SMI, por cierto, lo hace en el doble–. No es eso. Es una medida transversal que cambia la vida de la gente. Pero es que, además, en nuestro país hay profesiones que, como saben ustedes, no están cumpliendo las directivas de descansos de tiempo de trabajo en España. Y esto es un tema absolutamente pendiente. Estaba en Roma estos días pasados con sindicatos y con otras formaciones políticas y hablamos de esto. Por tanto, el tiempo es clave, es el modo de organización social.

El trabajo es tan importante que se ha llegado a definir no por lo que usted y yo hacemos, sino por la puesta a disposición de nuestro tiempo. Pero es tan importante, que si nos preguntan a usted o a mí quiénes somos, probablemente yo voy a decir: "Soy una abogada"; y usted dirá: “Yo soy una periodista”. Es decir, nos transmitimos a través de nuestra profesión. Fíjese la importancia que tiene el trabajo.

Por tanto, la tarea enorme creo que es cambiar los usos sociales y hacer algo de lo que nunca hemos hablado y que yo no quiero plantear en este momento, pero que es fundamental. Recuerden ustedes que el Ministerio de Trabajo hizo un estudio con más de 60 expertos durante más de un año de investigación en el que se planteaba la racionalización, no solo del tiempo de trabajo, sino de los usos sociales en España.

En este sentido no somos nada europeos; y ya no es solo el hecho de cuándo terminamos la jornada, es que es muy difícil que en Europa se vean estas actividades que tenemos aquí, en nuestras vidas, en unos horarios que son impropios. Lo vuelvo a decir, que tengamos convocatorias sociales a las ocho de la tarde, es muy extraño, muy extravagante en Europa. 

Incluso ruedas de prensa...

Incluso ruedas de prensa o mesas de negociación. 

Promovidas del Gobierno, efectivamente. 

O mesas de diálogo social que van extramuros a esas ocho de la tarde. Que es un modo de exclusión social. Y la cuestión es que está cambiando la realidad de la prestación del mundo del trabajo. En mi generación, con datos demoscópicos, lo que se valoraba más era la retribución. Las actuales generaciones lo que están primando es justamente el tiempo de vida. Y los gobiernos, los actores sociales, tienen que trabajar con ello. 

Hablaba de las bajas laborales, del estrés, de la ansiedad. ¿Cree que con la reducción de la jornada, que previsiblemente se aprobará si es que finalmente se recaban todos los apoyos parlamentarios, será suficiente para para paliar este nivel digamos de enfermedad mental y su ascenso brutal en los últimos años? 

No. La ciudadanía tiene muchos problemas. Tenemos un gravísimo problema que se llama vivienda. Tenemos un país cuya mediana salarial es muy baja. La mediana salarial en España es de 1.599 euros al mes y siempre digo que es muy difícil vivir con 1.599 euros al mes. Ya no digo en Madrid o en Barcelona o en Sevilla o en Granada; digo en Vigo, digo en un pequeño pueblo.

Por tanto, creo que el Gobierno de España está haciendo lo que tiene que hacer, que es mejorar las condiciones de vida de la gente. Pero la jornada es un elemento más que, además, por cierto, da continuidad a la línea del Ministerio de Trabajo, y creo que de los agentes sociales, de acabar con la estrategia de la derecha económica y la derecha política en España, singularmente del PP, que se conoce como devaluación salarial. La estrategia del PP fue realizar ajustes durante la crisis despidiendo a gente, algo que nos condujo a 6.278.000 parados y a una tasa horrible de paro juvenil del 56,5%. Lo que hicieron fue salir de la crisis al modo Milei, es decir, deprimiendo los salarios.

La [reducción de la] jornada laboral, al mantener el salario, va en la dirección opuesta; es decir, hacemos que nuestros salarios crezcan y vayan hacia arriba y, por ende, el conjunto de las masas salariales del país. 

Luego vamos a seguir hablando de este estrés laboral y de qué medidas se pueden llevar a cabo para paliarlo. Pero antes volvamos a la reducción propiamente dicha de la jornada laboral. Llevamos 40 años sin que se modifique la jornada laboral y mientras tanto la productividad por hora ha crecido más de un 50% en el país. En Francia la jornada se redujo a 35 horas en el año 2000 y su economía no se ha hundido, no ha pasado absolutamente nada, su productividad es incluso más más alta que la española. A la luz de todos estos datos, ¿por qué hay ese empeño en criticar esta medida diciendo que esto lo que va a provocar es una pérdida de productividad? 

Es el mismo empeño que ha habido desde la primera medida que tomé al llegar al Gobierno de España: la subida del salario mínimo interprofesional. Desde ahí hasta hoy, todas las reformas que hemos diseñado de la mano del diálogo social y con los agentes sociales (patronales y sindicatos) iban a ser horribles para España. Con el salario mínimo siempre digo que no solo es que hayamos subido el salario mínimo y mejorado la vida de la gente de manera real, sino que hemos conseguido algo más simbólico, que es derrotar una tesis neoliberal que nos ha acompañado en las facultades de Economía, de Derecho, de Administraciones Públicas, en las páginas de economía de todos los periódicos, a lo largo de toda la democracia.

Los hemos derrotado. Por eso no querían que saliera adelante, porque no había nada científico que dijera que subir el salario mínimo destruyera empleo. Y, sin embargo, daba igual. Ahora las voces se han callado, porque hasta el propio Fondo Monetario Internacional dice que es una herramienta que ha sido clave para la posición económica inclusiva de España. Nos decían que íbamos a aniquilar algunos sectores y yo salí diciendo: "Mire usted, es que si una empresa no puede acometer estas subidas, es que realmente esa empresa está en crisis".

Con la jornada pasa exactamente lo mismo. En términos de costes laborales, el impacto de la jornada es la mitad que el salario mínimo, pero se está construyendo un relato absolutamente negativo.

Si usted lee el apasionante debate del año 1983 sobre esta medida en el Congreso de los Diputados, los argumentos eran exactamente los mismos. Se iba a disparar el desempleo, iban a cerrar miles de empresas en España y, como sabemos todos y todas, usted lo decía, la productividad española ha crecido por encima del 53%; sin embargo, los salarios solo un 22%.

Estamos hablando de algo que es muy potente: la democracia económica, esa tarea pendiente desde la Transición española. Recuerden ustedes que cuando se aprueba el texto constitucional, Marcelino Camacho dice: "El Estatuto de los Trabajadores tiene tintes autoritarios". ¿Qué estaba diciendo Marcelino? Pues que hay una parte del diseño de una empresa que funciona al margen de lo democrático cuando se gestiona de manera jerárquica, con un soberano único que es el empresario o la empresaria.

Y no es así. Las empresas españolas están al servicio del interés general y tienen que estar sujetas también a la democracia en España, pero ya en aquel momento se hablaba de una reforma pendiente, que era la reforma empresarial en España. Esta es una tarea que tenemos que hacer, pero tiene que estar sometida también al diseño democrático del rol que juegan las empresas, los empresarios y empresarias; porque juegan un papel principal en las democracias actuales, como los medios de comunicación. Es decir, el debate que tenemos hoy con el apagón y el sector oligopólico, no, no, es que mire usted, es que usted también se debe al interés general.

¿Pero va a dar tiempo en esta legislatura a llevar a cabo esa democratización de la empresa? 

Como saben, hemos abierto otro grupo de expertos y expertas. Es muy curioso, porque en el artículo 129.2, el constituyente español teorizó y debatió apasionadamente sobre la participación de los y las trabajadoras en el diseño de las empresas y es algo muy viejo en Europa. 18 Estados miembros tienen distintas fórmulas de participación, bien en la dirección, bien en los consejos de administración.

Es verdad que en nuestro país hay alguna empresa pública que tiene este diseño; es verdad que hay comunidades autónomas, como el País Vasco, que esto lo ven con bastante normalidad; es verdad que Alemania lleva desde el año 1976 con estos planteamientos, y a mí me sorprendía cómo era posible que nadie a lo largo de más de 45 años de democracia hubiese hablado de esto desde el Gobierno de España... cuando estaba en el artículo 129.2 de la Constitución. Y digo esto haciendo un auténtico alegato del mandato constitucional frente a los que se reclaman constitucionalistas.

Entonces, va a dar tiempo. Vamos a abrir un gran debate, que esto es lo primero, y vamos a ver también de la mano de los agentes sociales cómo se puede transitar esto, pero es muy importante.

Es clave la participación de los trabajadores y trabajadoras de la gestión de las empresas, pero en términos democráticos. Cuando hablamos de flexibilidad, yo les digo a los empresarios y las empresarias que, por supuesto, la flexibilidad interna es el éxito, pero vamos a discutir cómo. La flexibilidad no desde arriba, sino bilateral. Es decir, entre la parte del capital y la parte social. Ese es un modelo radicalmente diferente y que deconstruye un diseño de empresa que es más propio del siglo XX. Muchas empresas ya en España funcionan con otras lógicas y no tienen nada que ver con este diseño. Siempre digo que hay una distancia entre las empresas que denomino cariñosamente convencionales, que son más propias del siglo XX, y las que se gestionan radicalmente diferente. 

Me temo que lo grueso todavía sigue estando a años luz de ese modelo. 

Más que nada, es que tienen como mucha hegemonía social. Por ejemplo, con la reforma laboral, si recuerda usted, yo le preguntaba a muchos empresarios: "¿Por qué despedís los viernes a los trabajadores y los contratáis el lunes si os sale muy caro? Os penalizamos en vuestras cotizaciones a un 40%”. Y había algunos que te decían: "No sabía esto. Voy a hablar con mi gestoría". Y otros decían: "Bueno, es que es la cultura empresarial de la que nos han impregnado, ¿no?". Entonces creo que esa cultura pesa mucho más que los cambios normativos y esto es justo lo que estamos cambiando en España.

Vamos a la parte más política, porque hace casi cuatro días que salió del Consejo de Ministros la aprobación de la reducción de la jornada laboral, pero ya vemos que ya hay partidos políticos que están diciendo que no la van a apoyar. Uno de ellos, Junts. ¿Ha hablado usted con Puigdemont?

Sí. 

¿Ha pactado algo con él? ¿O le ha ofrecido algo?

He hablado con Junts y he hablado con todas las formaciones políticas de nuestro país; están absolutamente informadas de este debate.

Yo le quiero dar gracias, en primer lugar, a los medios de comunicación, a ustedes en este caso, y a todas las formaciones políticas, porque han sido 11 meses de mesa de diálogo social y luego desde que firmamos el acuerdo, el 20 de diciembre, con los sindicatos hasta hoy, y están acompañando el proceso.

Estamos en una negociación que va a ser compleja, como todas las que hacemos, pero si me permite, no va a ser más difícil que otras. Hemos llevado negociaciones complejísimas, lo digo honestamente. Ahora bien, el gran debate que tenemos ahora es el que decía Jesús Maraña en la presentación: que la ciudadanía quiere una cosa y luego están el Congreso de los diputados y las formaciones políticas. Y a veces hay como una ruptura brutal entre lo que quiere la ciudadanía, que quiere que le resolvamos sus problemas, y lo que votan las formaciones políticas y cómo actúan, ¿no?

¿Qué va a pasar? No lo sé. Fíjese en la reforma laboral, por la que nos hemos dejado la piel –no nosotros, sino que también los agentes sociales–. Imagínense qué hubiera pasado si hubiera caído esa norma. Es que el mundo del trabajo es muy serio. Yo entiendo que, en cosas muy ideológicas, uno pueda tener matices, pero votar en contra de la gente trabajadora de un país es algo muy difícil de entender. Y bueno, vamos a ver ahora, ¿no? Recuerde la votación del Partido Popular con las pensiones; le salió muy cara.

El Partido Popular no puede aguantar esa presión. Es muy difícil colocarte en contra de un país que va en otra dirección, un país además que es moderno. Cualquiera de nosotras tenemos amigos y amigas cuyos padres y madres son los que van a recoger al colegio a los hijos e hijas, porque no tenemos tiempo. Es que la vida es así, o sea, realmente es un enorme obstáculo. Entonces, la gente quiere esto.

Cuando hablamos de que la juventud es una juventud de cristal, eso es radicalmente falso, no es verdad. Al revés, lo que quieren es poder decir: "Mire usted, yo quiero trabajar, por supuesto que sí, tengo mucha formación; pero si quiero ser madre, tengo derecho a tener una serie de requisitos para poder serlo". Y estas son las tareas en las que creo que nos tenemos que centrar desde las instituciones en nuestro país, en mejorar la vida de la gente.

¿Qué van a hacer [las formaciones políticas que están en contra de la reducción de la jornada laboral]? No lo sé. La pregunta es: ¿Para qué van a servir los 137 diputados del Partido Popular? Porque el Partido Popular no está dañando al Gobierno de España, es que esto está ya en la calle.

¿Pero ha hablado con Feijóo directamente?

Sí, he hablado con Feijóo directamente.

¿Y cree que se pueden acercar posturas?

Tuvimos a un Feijóo que durante 15 días o 20 días volvió a ser moderado y quería pactar y reducir la jornada laboral, incluso habló de la jornada de cuatro días a la semana. Nosotros no optamos por ese modelo, pero él quería pactar con el ministro Bustinduy los planteamientos de conciliación. Sin embargo, el señor Feijóo tiene un problema, y es que la extrema derecha le coloniza su agenda; y no hablo de Vox, hablo de la extrema derecha de su partido. Y lo paralizan completamente. Entonces, claro, también hay un momento en la vida en el que un dirigente político tiene que plantearse para qué está aquí.

¿Va a presentar enmienda de devolución el Partido Popular? Ni usted ni yo lo sabemos.

Pero en las conversaciones que ha tenido con él, ¿ha visto posibilidad de acercar esas posiciones?

Sabe usted que yo no nunca desvelo las conversaciones, no puedo ni debo, discreción absoluta. Pero se lo vuelvo a decir: el Partido Popular en la extrema derecha nunca va a ganar las elecciones. Es decir, al Gobierno de España le interesa que el señor Feijóo siga en manos de Ayuso y de Vox. Porque no va a llegar a la Moncloa. Ahora, ¿un partido político para qué sirve entonces? Porque el señor Feijóo, usted conoce lo que opina sobre una norma que ya es pública. ¿Qué opina el Sr. Feijóo sobre el tiempo parcial? ¿Qué le dice a las trabajadoras de nuestro país? ¿Qué le parece al Sr. Feijóo el número de horas extras que se hacen de manera irregular y el coste fiscal, del que nunca hablamos, que tiene el desempeño de horas extraordinarias en la Inspección de trabajo? ¿Un dirigente político para qué está?

Me encanta estar con ustedes hoy, con los lectores y las lectoras de infoLibre, pero creo que sería mucho más interesante que estuviéramos aquí muchos sindicatos y muchos representantes públicos de distintas opciones, y saber qué opinan.

Le tomamos la palabra, sabemos cuál va a ser la respuesta, pero le tomo la palabra.

No tengo ningún inconveniente, porque creo que un político o una política tiene que hablar sin papeles y, por tanto, vamos a verlo. Pero, ¿qué Feijóo nos vamos a encontrar? ¿El que dijo que quería reducir la jornada laboral o el que no? Pero si no lo quiere plantear el señor Feijóo desde el punto de vista de los trabajadores... ¿le preocupa la productividad? ¿Qué medidas tiene el señor Feijóo, el Partido Popular, para mejorar la productividad en España?

Bueno, vamos a ver qué sale de esa negociación, pero vamos a avanzar, que si no nos vamos a quedar sin tiempo.

Usted ha dicho que hay margen absoluto de negociación antes del trámite parlamentario. Ha dicho que hay solo una línea roja, que es que la reducción de la jornada se mantenga en las 37 horas y media. ¿Tampoco es una línea roja que esta reducción de jornada se apruebe este año?

Yo creo que lo vamos a aprobar este año. Lo creo, honestamente. Pero le digo más. Las empresas españolas ya se están adaptando a este hecho, porque son muy dinámicas y ya están haciendo cambios sustanciales. Me consta. Grandes y pequeñas empresas me están diciendo: "Ya está, estamos ya cambiando porque sabemos que lo vais a hacer".

Nunca negocio con con líneas rojas, jamás. Me lo han enseñado en mi casa, mi padre. El acuerdo es para sí o es para no, y se nota mucho cuando es para sí; entonces te vuelcas en la negociación, igual que hacen los sindicatos y hacen las patronales. Si es para no, si es evidente, ya sabemos lo que hay que hacer. Ahora, yo creo que las partes están empeñadas, me parece, en que sea para sí. Pero insisto, tiene costes elevados colocarse en contra de esta realidad.

No hemos oído a Podemos pronunciarse al respecto, ¿no?

Pero nosotros estamos hablando con Podemos, igual que con Bildu, con todas las formaciones, con Esquerra, con el PNV, con el Partido Popular... En fin, la única formación con la que no estoy hablando –no sé si es adecuado o no– es con Vox. Pero con el resto de formaciones estamos hablando. Es muy difícil colocarse en contra de esta norma, una norma que habla del derecho de desconexión, que mejora la vida.

Dice el Gobierno que, a pesar de que no haya apoyos políticos garantizados para sacar adelante la reducción de la jornada laboral, hay que confiar en la presión social. Un poco en la línea de lo que comentaba usted. Pero, ¿cómo debe la ciudadanía ejercer esa presión social para que salga adelante una medida como esta?

Yo creo que la presión social ya está. Si usted me acompaña a cualquier lugar a tomar un café, me sacan este tema [la reducción de la jornada] los trabajadores y las trabajadoras. O sea, esta medida está viva, porque los trabajadores y las trabajadoras y las empresas son reales. Entonces, creo que lo que tenemos que hacer es mantener una gran conversación social. Es decir, explicar con rigor y con serenidad de qué estamos hablando. ¿Cómo vamos a poder mantener los salarios? ¿Qué impacto económico va a tener? ¿Cómo pretendemos mejorar la productividad?

Creo que hay que abrir una conversación, como pasó con la reforma laboral. Entonces el presidente Zapatero me dijo: "En un país en el que de los periódicos habían desaparecido las páginas de laboral, habéis conseguido que la reforma laboral abriese portadas". Para bien, para mal, opiniones en contra, opiniones a favor...

La jornada es de la gente, entonces todo el país claro que debe hablar sobre esto. El informe del CES dice que hay un peso ideológico fuerte en esta medida. Bueno, yo creo que hay que abstraerse del peso ideológico fuerte, ¿no? Pasó con la reforma laboral, cuando a los teóricos del contrato único yo les preguntaba: "Pero, a ver, científicamente, ¿tú por qué defiendes el contrato único?". Y me acababan contestando: "Realmente no lo sé muy bien". Pues esto es lo que tenemos que resolver ahora, me parece que es un debate democrático. Obviamente, las fuerzas políticas tienen en su mano la responsabilidad de decidir lo que lo que van a hacer, como pasa siempre.

Pero la pregunta que usted formula tiene mucho sentido porque vivimos en tiempos de cierta irracionalidad. No hay racionalidad en por qué las formaciones políticas votan a favor o en contra de una norma. Ayer [el jueves] el Partido Popular votó en contra del decreto de aranceles. O sea, se coloca el Partido Popular con Trump y contra nuestro país. Sí, así es. Y una ciudadana o un ciudadano normal no comprende nada. Estamos en tiempos en los que necesitamos políticos y políticas de altura, con muchísima serenidad, y sin embargo tenemos políticos y políticas que agudizan la irracionalidad. Digo esto porque es clave: el señor Feijóo en teoría estaba contra la guerra arancelaria de Trump, por tanto combatía lo que hace Trump, pero ayer votó con Trump. ¿Cómo le explicamos esto a la ciudadanía? Es muy complicado.

Mencionaba hace unos minutos al presidente del Gobierno. Cuando la reducción de la jornada laboral llegó en primera vuelta al Consejo de Ministros, hubo algunas discrepancias en el seno del Gobierno. Sin embargo, en esta segunda vuelta, el presidente ha estado entusiasta con la medida, y tiene el apoyo de Carlos Cuerpo y de María Jesús Montero. ¿Cómo se han limado esas diferencias en este proceso?

He de decirle algo que es verdad. En la parte socialista del Gobierno la reducción de la jornada laboral no la veían, tampoco en la negociación del acuerdo de de Gobierno. Y es verdad que había muchas dudas y que lo desbloqueé yo con el presidente personalmente.

Si usted visiona el debate electoral, hay un momento en el que yo hablo de esto y Pedro Sánchez me dice: "Yolanda, hay que tener los pies en la tierra." Y yo le digo: "Pedro, tengo los pies en la tierra". Y él dice: "Yo lo sé, lo sé". Es decir, que no lo tenían claro. Pero quiero ser absolutamente sincera. El presidente del Gobierno vuelve de las vacaciones este año, y en septiembre, en el Instituto Cervantes, colocó en el centro de nuestra agenda política la reducción de la jornada laboral. Y su compromiso es absoluto, se lo digo honestamente. Es verdad que, como en todo, doctores tiene la Iglesia, y los ministros y ministras tenemos posiciones propias. Y es verdad, como ya es público, que hay ministros y ministras que se colocaron al margen de esta decisión. En el primer debate del Consejo de Ministros no estaba el presidente Sánchez, y bueno, hubo un debate que no puedo desvelar. Pero quiero señalar que el presidente está en esta posición, en el compromiso absoluto de que va a a ser clave esta medida, que va a mejorar la vida de los y las trabajadoras de las empresas, que serán más productivas, y que va a mejorar el bienestar de nuestro país. Su intervención en el último Consejo de Ministros dejó claro el compromiso de este Gobierno con esta medida.

Tras la reducción de la jornada laboral, ¿qué otras medidas prepara el Ministerio de Trabajo?

En estos días, junto con los agentes sociales, vamos a presentar una herramienta que tiene que ver con la salud laboral de las trabajadoras del hogar.

La siguiente parada tiene que ver con un foco de precariedad muy importante en España, los falsos y las falsas becarias. Sé que esta medida también fue controvertida dentro el Gobierno, sé que va a tener grandes adversarios, pero es muy importante para nuestro país y también la vamos a culminar muy rápido, y esto me da una enorme satisfacción. Le quiero dar las gracias en este caso a los agentes sociales.

Y vamos a terminar por completo la reforma en la parte laboral, en la que me compete a mí, del denominado Estatuto del artista. Vamos a cambiar una norma que es el año 1985 y abriendo además el enorme debate de cómo se trabaja en Instagram: ¿Qué hacemos con los niños y niñas, bebés, no bebés, que trabajan en Instagram? ¿Qué hacemos con el acoso sexual en el cine? ¿Qué hacemos con la inteligencia artificial? Hablo de la inteligencia artificial y de su impacto en el trabajo en la cultura, en el de ustedes [en referencia a los periodistas], que forman parte de esta de esta negociación. La inteligencia es poco artificial porque se nutre de ustedes, de sus voces, de lo que escriben. Es una norma muy compleja, lleva más de un año mi equipo negociándola con el sector cultural en activo y esto va a ser muy rápido.

Y después tenemos una bonita tarea, que es la reforma del despido y el cumplimiento y el respeto del diseño europeo sobre esta materia.

Última pregunta: ¿se va a presentar las próximas elecciones?

No estoy en esto. Yo estoy gestionando mi país, que sabe que me apasiona. Lo que creo que es muy importante es mejorar la vida de la gente. Digo que gobernar no es resistir, es transformar. Y digo algo que es fundamental: no basta con parar a la derecha; lo que necesitamos es parar a la extrema derecha y a la derecha, pero ganar de derechos.

Estoy convencida de que renovamos el Gobierno de coalición progresista el 23 de julio por esas dos razones: el entusiasmo de la ciudadanía y algo fundamental, que es la esperanza. Lo que necesitamos –y yo aquí le hablo a las gentes progresistas de nuestro país– es cambiar el estado de ánimo. Yo sé que los tiempos son horribles, todas las noticias son malas, pero tenemos un papa nuevo que nos tiene que dar también esperanza. Yo le decía a mi equipo antes de fallecer Francisco: "¿Cómo es posible que la única persona que esté hablando en términos globales de paz en el mundo sea el papa?". No puede ser esto. Por tanto, lo que necesitamos es cambiar el estado de ánimo.

Desde luego, en el Gobierno de España estamos comprometidos en mejorar la vida de la gente. Soy absolutamente consciente de que la gente está desanimada, de verdad, es muy difícil gestionar con estas posiciones políticas de fomentar el odio. Pero de verdad que en el Gobierno de España estamos volcados.

¿Ustedes se imaginan que estas crisis [que hemos vivido] estuvieran gestionadas por la derecha y la extrema derecha? Yo les pido a los lectores y las lectoras que nos escuchan que lo piensen. A mí mi padre me hace pensar en esto cuando me desanimo, que ocurre pocas veces. Pero es que es verdad: lo hemos visto en la dana; yo soy gallega, lo he visto en el Prestige y en millones de cuestiones. Por tanto, creo que tenemos que hacer muchas cosas, pero que merece la pena, es decir, lo digo honestamente, sí merece la pena formar parte del Gobierno de España.

Un trabajador y una trabajadora saben perfectamente que subir el salario mínimo claro que le cambia la vida a la gente. Los sindicatos y los agentes sociales saben perfectamente la fuerza que tiene. O la subida de las pensiones, que es brutal y nunca hablamos de esto; esto les llega a los pensionistas, 10 millones de pensionistas en España, 11 millones y medio de pensiones... Estamos hablando a nuestro país, yo sí que quiero poner en valor lo que se está haciendo.

Tengo clarísimo lo que haría el Partido Popular y lo que haría la extrema derecha, por tanto lo que sí que necesitamos es una ciudadanía que esté muy activa, sindicatos que reivindiquen mucho, que hablen, que discutan de la jornada laboral, que nos pidan muchas cosas; o sea, necesitamos una sociedad que viva.

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