Mujica, la foto y el milagro

En junio de 2012, como futuro presidente (2013/2015) del Centro de Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH) con sede en Buenos Aires, tuve que viajar a Montevideo (Uruguay). Además de alguna visita institucional más, tenía concertada una reunión con el presidente Pepe Mujica, que, en ese momento, desarrollaba su segundo mandato con el Frente Amplio. 

Llegamos a su chacra (granja, alquería) sobre las 11 a.m. y estuvimos casi hasta la 3 p.m. Al llegar, nos recibió Manuela, su perrita a quien le faltaba una pata, pero se movía como si la tuviera. El presidente nos recibió en una sala no muy grande con muebles rejuntados y variopintos, donde nada combinaba con nada y el polvo se acumulaba entre montañas desordenadas de libros, testimonio del uso constante de los mismos. Pepe, así nos “exigió” que lo llamáramos, nos esperaba con su mate bastante grande y una botella de Johnny Walker etiqueta roja para las visitas. Después de compartir la infusión que había preparado, tomé un “chupito” de whisky que casi me mata.

La verdad es que, apenas unos minutos después, el ambiente se convirtió en acogedor y mágico. Yo tenía la sensación de flotar entre las frases cadenciosas que Pepe iba pronunciando, con la musicalidad característica de los hermanos argentinos y uruguayos. Nos contó por qué prefería recibirnos en este lugar. Su explicación fue muy original, pero absolutamente coherente con su forma de pensar y actuar. Nos habló de la fatuidad del lujo arquitectónico y del mobiliario, que las monarquías europeas habían trasladado a tierras americanas durante la colonización. Añadió que, a pesar de las guerras por la independencia, los nuevos gobernantes habían asumido esa cultura, impropia de la tradición autóctona americana y que, en tiempos modernos, se había agrandado dando cabida a lujosos carros (coches), ropas ampulosamente elegantes y caras; seguridad exagerada; teléfonos y radios móviles… como si todo esto fuera parte esencial para definir el poder real. 

Visión clara

Este discurso, inesperado, captó mi atención aún más cuando argumentó que así se fomentaba la importancia artificial de las apariencias y el contenido real de las cosas se va perdiendo. Por esto, dijo, “prefiero seguir siendo el mismo, aunque sea, en este momento, el presidente de la República Oriental del Uruguay, porque mi compromiso es con el pueblo y no con todo el boato del que se rodea al poder, por eso tomo las decisiones desde aquí, sigo con mi viejo Volkswagen "Tipo 1" (o Escarabajo) y lo conduzco cuando no me queda más remedio que ir a las oficinas de gobierno”. 

A partir de ese momento me sumé a su causa

Me preguntó detalles sobre la detención de Pinochet. Me dijo que lo había comentado con Fidel Castro, quien no estaba muy de acuerdo (imagino que porque algún temor albergaba en aquel momento) pero que él sí consideraba justo el caso por el dolor que había producido en miles de víctimas. Y también, porque supuso el fin de la impunidad en Chile y un gran avance para la justicia a las víctimas. Me impresionó ya entonces su visión clara.

Añadió un comentario final, respecto al dictador chileno, que aún recuerdo: “Nadie tiene comprado nada… aunque la soberbia humana a veces nos hace creer que se puede comprar el poder en contra del pueblo, masacrando a ciudadanos inocentes”. Dijo también: “Algo similar les sucede a los funcionarios, que, obnubilados por el poder, van perdiendo su vocación de servidores públicos en un camino de degradación de las instituciones y de quienes las representan. Recuperar la esencia de las instituciones al servicio del pueblo es la esencia”.

Recuerdo la foto que nos tomamos con el presidente, al despedirnos, el responsable de la UNESCO para Latinoamérica, Jorge Grandi y la directora del CIPDH, Adriana Arce. 

Luchas comunes

Pocos meses antes, en febrero, el Tribunal Supremo español había decidido mi inhabilitación en una sentencia rechazada por el comité de Derechos Humanos de la ONU que en agosto de 2021 emitiría un contundente dictamen, resaltando las “dudas” objetivamente justificadas sobre la solvencia de la misma, la inexistencia de “acceso a un tribunal independiente e imparcial” , sin previsibilidad en la conducta penal imputada, ni posibilidad de doble instancia en los procesos del franquismo y de Gürtel. Aún hoy el Comité y yo estamos a la espera de que el Estado lleve a cabo la reparación exigida.  

En aquel momento, sus palabras me resultaron reconfortantes porque me encontraba al principio de una nueva vida y de una incógnita de futuro motivada por la incomprensible –o muy comprensible– decisión de la Sala Segunda del Tribunal Supremo.  

Después, hemos participado en luchas comunes en defensa de los derechos humanos, del medio ambiente, acciones políticas y foros progresistas en Montevideo (2019), en Buenos Aires (2022) o en Santiago de Chile (2023), y nos reunimos en Madrid en una cena que compartimos él, su mujer Lucía, poco antes de la pandemia (8/2/20). En todas estas ocasiones, analizamos la situación política internacional y de los derechos humanos. Agradezco el aprendizaje que me ha permitido esa relación privilegiada con un ser humano excepcional, de su sabiduría política y de vida y de la coherencia de quien ha defendido con honestidad los valores esenciales del progresismo y de la izquierda militante.

Desconsuelo

La muerte de Pepe Mujica, no por vaticinada menos dolorosa, me ha llevado a un desconsuelo próximo al que acompaña a la orfandad. En un mundo en que avanza la ultraderecha y en el que personajes como Trump, Netanyahu o Putin campan a su albedrío pisoteando o masacrando a las personas o apropiándose de la economía sin contemplaciones, su falta es una grave carencia a la hora de llamar al orden a los poderosos o romper una lanza por los vulnerables.

El mundo va mal, sin duda. Les pondré un ejemplo: Leo que “el número de delitos por motivos políticos en Alemania (desde incitación al odio en redes sociales hasta agresiones físicas) aumentó en 2024 un 40,22% hasta alcanzar los 84.172 casos, su nivel más alto desde que se introdujeron las estadísticas en 2001. Más de la mitad de estos casos fueron impulsados por la ideología de derechas”. Son datos obtenidos del último informe anual presentado el 21 de mayo por Holger Münch, presidente de la Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA). Esto supone que se hayan perpetrado 24.000 delitos más que el año anterior, cuando las cifras ya suponían un récord maligno. El artículo señala también que, para el ministro de Interior alemán, Alexander Dobrindt, se trata de “una evolución preocupante”, que está impulsada por “la polarización” de la sociedad, pero también por un creciente antisemitismo, por el conflicto de Oriente Próximo. En las elecciones alemanas, tanto en las europeas como en las regionales, se produjeron ataques físicos de la extrema derecha.

Mujica no era en absoluto ajeno a la ola de populismo de extrema derecha que asola el mundo. Sobre el vecino Milei, sobre Bolsonaro o Trump, sintetizaba su opinión en una frase: "Si el liberalismo es eso, es una mugre”, señalando cómo habían convertido el liberalismo en "un recetario económico".

Agradezco el aprendizaje que me ha permitido esa relación privilegiada con un ser humano excepcional, de su sabiduría política y de vida y de la coherencia de quien ha defendido con honestidad los valores esenciales del progresismo y de la izquierda militante

Alto precio 

En el Salto Diario reflejaban muy bien la personalidad del expresidente: “Un ser humano que en su batalla por cambiar el mundo tuvo altos precios que pagar. Pepe Mujica comenzó su lucha como guerrillero de los Tupamaros en Uruguay y permaneció más de 13 años en la cárcel, siete de ellos en aislamiento. Esos años de profunda soledad forjaron su carácter y construyeron a la persona política que conocimos (…) Un socialista de convicción y anarquista de corazón, que acabó ganándose la simpatía incluso de aquellos que política e ideológicamente no estaban cerca. Aunque crítico con la propia autoridad del Estado, se convirtió en presidente de Uruguay. Vivir significa navegar entre contradicciones y para construir el ideal futuro hay que vivir el presente...”  

 ¿Qué diría Mujica hoy de los horrores que estamos viviendo, de la pesadilla de muerte y destrucción en que estamos sumidos? Tuve el honor de que escribiera un prólogo a mi libro La Encrucijada y me atrevo por ello a suponer que no estaría ahora muy lejos de lo que allí apuntó  y aquí reproduzco, en orden al papel de la justicia:

 “… Salta a la vista la larga cadena de injusticias de la historia de la justicia humana. Siempre encorsetada entre las clases sociales hay una filosofía del Derecho en estas páginas, de considerarlo un instrumento regulador de la conducta humana, tras la intención de cultivar valores y asegurar confianza en la sociedad. No obstante, se reconoce la larga lista de atrocidades apañadas por la justicia, siempre jaqueada por el poder. La judicialización de la política, el acoso autoritario sobre la justicia, la separación de poderes, las influencias mediáticas y el lobbismo, la impunidad en las violaciones a los derechos humanos, los ecocidios sin respuesta…”

Vengo del sur

De guerrillero a presidente, se presentó ante la ONU en 2015 de esta guisa: “Amigos todos, soy del sur, vengo del sur. Esquina del Atlántico y del Plata, mi país es una penillanura suave, templada, una historia de puertos, cueros, tasajo, lanas y carne.

Tuvo décadas púrpuras, de lanzas y caballos, hasta que por fin al arrancar el siglo XX se puso a ser vanguardia en lo social, en el Estado, en la enseñanza. Diría que la socialdemocracia se inventó en el Uruguay…”

Luego abordó temas trascendentes: “La tolerancia es el fundamento de poder convivir en paz, y entendiendo que en el mundo somos diferentes. El combate a la economía sucia, al narcotráfico, a la estafa, el fraude y la corrupción, plagas contemporáneas, prohijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos felices si nos enriquecemos sea como sea. Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales. Les ocupamos el templo con el dios mercado, que nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas, la apariencia de felicidad…”

Como ven, su discurso está tan vigente ahora como hace diez años. Tal como entonces, seguimos yendo contra la especie, como advertía en aquella misma fecha frente a los representantes de las Naciones Unidas. “Continuarán las guerras y por tanto los fanatismos hasta que tal vez la misma naturaleza nos llame al orden y haga inviables nuestras civilizaciones. Tal vez nuestra visión es demasiado cruda, sin piedad, y vemos al hombre como una criatura única, la única que hay arriba de la tierra capaz de ir contra su propia especie”.

El milagro de vivir  

También contra el conflicto bélico, preconizaba: “Hasta que el hombre no salga de esa prehistoria y archive la guerra como recurso cuando la política fracasa, esa es la larga marcha y el desafío que tenemos por delante. Y lo decimos con conocimiento de causa. Conocemos las soledades de la guerra. Sin embargo, estos sueños, estos desafíos que están en el horizonte implican luchar por una agenda de acuerdos mundiales que empiecen a gobernar nuestra historia y superar, paso a paso, las amenazas a la vida. La especie como tal debería tener un gobierno para que la humanidad supere el individualismo y bregue por recrear cabezas políticas que acudan al camino de la ciencia y no solo a los intereses inmediatos que nos están gobernando y ahogando.”

¿Qué más se puede añadir a este pensamiento? Se ha ido Mujica y yo sigo contemplando esta foto antigua y recordando aquel momento en que me dedicó el afecto y la palabra que años más tarde tendría la generosidad de regalarme en ese escrito, pórtico de mis propias reflexiones sobre el cruce de caminos común en que nos encontramos y nos desconcierta.  

El prólogo de Pepe Mujica a mi libro concluía así:

“Seguramente se concordará o no, pero importa salir de la neutralidad inocua y pasiva. A partir de esto es posible comprometerse y darle una causa a nuestra vida. Intentar vivir para y por cambiar una cultura, siempre por los demás, pero, en el fondo, por nosotros mismos. Una forma de honrar el milagro de vivir”.

 Que ese pensamiento nos guíe. Gracias, presidente.

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Baltasar Garzón Real es jurista y autor, entre otros libros, de 'Los disfraces del fascismo'.

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