Gaza y el nuevo orden mundial

Sobre el genocidio en Gaza se ha dicho mucho ya, aunque nunca es suficiente. Cada día que pasa es peor que el anterior y la exhibición de cinismo y sadismo es tan atroz que apenas se puede describir.

Ayer EEUU vetaba el alto al fuego que proponía el Consejo de Seguridad de la ONU. “Un alto al fuego inmediato, incondicional y permanente” y la liberación de todos los rehenes. La oposición de Estados Unidos era más que previsible. Ya conocemos el histórico de sus votaciones en relación a Israel y el manejo de su política exterior. Sabemos, además, que espera obtener una jugosa rentabilidad con el rearme mundial y sus “fabulosos” planes para Gaza. La agenda de Trump es muy clara en Oriente Medio y pasa, necesariamente, por el fin del multilateralismo, el desprestigio de los organismos internacionales y la práctica desaparición de la ONU. La consigna es más OTAN y menos ONU.

La llamada del Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, al incremento del 5% del PIB estatal en defensa, para el año 2032, y la reacción de los países firmantes de la Declaración de Vilnius, dispuestos a prestarle ciega obediencia, nos dice mucho de lo que va a pasar en Gaza y de lo que EEUU ganará por el camino. El objetivo es que no quede piedra sobre piedra y abultar la cuenta de resultados de la industria armamentística. Los 14 firmantes de Lituania se han comprometido a cumplir con el código securitario, combatiendo o multiplicando, si hiciera falta, a todos sus adversarios. Alemania destaca entre los más diligentes. Hay un horizonte distópico y algunos quieren formar parte del club de los aventajados. Serán los primeros en llegar a los conflictos armados para convertirlos en su particular nicho de especulación, fuente de crecimiento económico y acumulación de capital. Para contener los calculados efectos colaterales está ya todo preparado: cierre de fronteras, centros de deportación, expulsiones masivas y en caliente, “terceros países seguros” y gobiernos gendarmes haciendo el trabajo sucio. No es casualidad que muchos de los países de Vilnius formen parte hoy de los 10 que en la Unión Europea se oponen a revisar el Acuerdo preferente con Israel y capitanean, además, la política de los muros y la Europa fortaleza.

En este contexto, es evidente que Alemania se ha convertido en un problema. Dicen que su incondicional apoyo a Israel tiene que ver con su pasado traumático y un irredento sentimiento de culpa, aunque nunca fue consustancial a las víctimas convertirse en victimarios. Ningún trauma colectivo justifica un genocidio. Se diría, más bien, que Alemania está aprovechando la coyuntura para convertir en una regla de oro lo que antes fue su principal anatema. En los crudos momentos de la crisis económica, apostó por la austeridad que, pensada para asfixiar al sur europeo, acabó convirtiéndose en su particular soga de ahorcado. Ahora, en cambio, la cláusula de escape es la fórmula mágica que, bajo el mantra de la “seguridad” y la autonomía estratégica, garantiza su rápida recuperación.

En Gaza no hay límites ni líneas rojas y la rueda de la historia gira a gran velocidad. El genocidio no solo se ejecuta con bombas y tortura sino también a base de hambre

En realidad, el negocio siempre consiste en colonizar y acabar con los que sobran, someterlos o dominarlos, a fin de acumular recursos y asegurar el bienestar de los propios. La cuestión es que en este ciclo histórico esos recursos son cada vez más exiguos y, consecuentemente, son cada vez más los que sobran. El nacionalismo, el supremacismo y la limpieza étnica, forman parte del programa. Este es un plan fraguado a base de números, marcado por una ambición desesperada, voraz y desmedida.

Por eso, en Gaza no hay límites ni líneas rojas y la rueda de la historia gira a gran velocidad. El genocidio no solo se ejecuta con bombas y tortura sino también a base de hambre. Poco importa ya el derecho humanitario, la Corte Penal Internacional o los derechos humanos.

Genera perplejidad, pero no sorprende que la Fundación Humanitaria de Gaza (FHG), una iniciativa de Israel y EEUU, totalmente opaca y sin ninguna trayectoria, haya acabado suplantando a la ONU en el reparto de la ayuda. Es evidente que no resuelve buena parte de las urgencias, ni reparte la comida necesaria, ni asegura el acceso al agua (los gazatíes tienen que elegir entre beber, lavarse o cocinar). Esta organización no contempla la entrada de combustible que necesitan las ambulancias y los hospitales para funcionar, sus donaciones no cuentan con comida para bebés, verdura, fruta, carne ni leche, y tampoco aporta productos de higiene. Más de 700.000 mujeres y niñas sufren una “emergencia menstrual silenciosa” que mina su salud y su dignidad. En los puntos habilitados para la supervivencia han muerto tiroteadas más de 100 personas en los últimos días. Se dispara a bocajarro a hambrientos y menesterosos. El actual director de la FHG es un cura evangelista que apoya la propuesta trumpista de vaciar la Franja y convertirla en un resort de lujo, y ha criticado a la ONU por “cooperar” con la milicia palestina y por difundir bulos sobre las masacres. El evangelista Moore parece decidir a su antojo qué camiones entran en Gaza, para qué y en qué momento. Y lo único que es evidente es que las armas siguen fluyendo.

Estamos ante el distópico inicio de una nueva era. Tal como sucedió tras la II Guerra Mundial, hay mucho interés en dejar claro quiénes serán los ganadores y quiénes los perdedores. En Europa, el eje Alemania-Francia-Polonia-Reino Unido está listo para liderar el reparto del pastel. Y, dadas las posiciones de nuestro gobierno, es posible que España acabe perdiendo esa comba, pero no hay nada de qué lamentarse. Será, sin ninguna duda, por las mejores razones. Hay fotos execrables que no soportan el paso del tiempo y en las que no hay que figurar jamás.

Más sobre este tema
stats
OSZAR »