Cuidado con la verdad y con la luz

Cuando no asaltan los peligros de la mentira y de las oscuridades, sentimos la tentación de buscar una respuesta rápida en favor de la verdad y de la luz. Es lógico que este tiempo, habitado por la mentira, manipulado por los estrategas del bulo, nos invite a fortificarnos en la verdad. Uno necesita reaccionar frente al pseudoperiodismo y frente a la mala política de los difamadores. Necesitamos fundar la convivencia en una apuesta por la verdad. Pero no debemos olvidar que la filosofía y la poesía han definido su razón de ser a lo largo de la historia en un cuestionamiento de la verdad, en una interrogación sobre sus raíces para evitar el dominio de los dogmas, las esencias, las afirmaciones inmutables y las identidades cerradas. ¿De qué verdad hablamos?

El éxito de los bulos en las redes sociales se debe a su diseño atractivo y simple para gustar. Un bulo se extiende por las redes con mucha más rapidez que una verdad, porque su planteamiento carece de complejidad y facilita el caminar de los rebaños o el espanto de la manada. La herida de la cultura de los bulos no se limita a la extensión de una mentira; empuja también a unas relaciones embaucadoras y simplificadoras con la verdad. Por eso conviene tener en cuenta siempre que un hecho verdadero puede tener diversas interpretaciones y que el conocimiento, más que simplificar las cosas, nos ayuda a entrar en la valoración de los matices, las experiencias, los puntos de vista y el conflicto. Lo contrario de un bulo no es una Verdad escrita con mayúscula, ese tipo de iluminación que difunden las religiones, los comisarios políticos y los supremacistas. El respeto a la diversidad fundada en el conocimiento es la mejor vacuna frente a los cultivadores actuales del bulo, los programas que sustituyen la información veraz por unos poderes comunicativos imperiales.

Un lector de la prensa decente sabe que el periodismo veraz ofrece datos, cuenta hechos. Y sabe también que esos hechos pueden ser interpretados de diversas maneras según la perspectiva de cada columnista. Ya sé que resulta más cómoda una distinción tajante entre el bulo y la Verdad, pero creo que es necesario matizar, quitarle a la verdad su mayúscula, comprender que pensar es vivir en el conflicto, una forma de buscar, un procurar negarse al sometimiento simplificador de los dogmas y las esencias.

La poesía crea disonancias frente a las verdades inamovibles porque todo tiene su cara y su cruz

Para homenajear a la poeta colombiana Piedad Bonnett, ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, la profesora Francisca Noguerol ha preparado en la Universidad de Salamanca un volumen antológico de su obra con el título La oscura disonancia. La oscuridad tiene poco que ver en la poesía de Piedad Bonnett con el apagón del sentido que busca a veces la poesía de carácter hermético. Su palabra es sencilla, une la calidad con la capacidad de decir, enlaza el mundo más personal con el lenguaje de la comunidad, una comunidad que no está formada por los sacerdotes del dialecto lírico. La disonancia oscura tiene aquí que ver con el reconocimiento de la cara y la cruz que suelen soportar las cosas de la vida, empezado por la memoria, el tiempo, el cuerpo, el amor y el deseo. Somos un sí, pero no.

Esta poesía no es una buena compañera para la cultura de realidades únicas que convierte las ventajas de la luz en narcisismo, existencia acomodada y renuncia a la complejidad de las cosas. La poesía crea disonancias frente a las verdades inamovibles porque todo tiene su cara y su cruz: los amores nacen con fecha de caducidad, los espejos enseñan las cicatrices y el paso de tiempo sobre los cuerpos, la memoria coloca responsabilidades y desacuerdos junto a la gente que más queremos.

Es algo que merece tomarse en serio en una época de apagones. La oscuridad repentina sirve para recordarnos la esclavitud de los que viven sometidos a una luz única, simple y halagadora. La mejor forma de comprometerse con la luz es no olvidarse de las disonancias de nuestras propias oscuridades. Somos seres vulnerables disfrazados de luminosidad.

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