Tefía, la prisión de 'vagos y maleantes' que el Gobierno quiere declarar lugar de memoria

Fachada de la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía.

“Allí no había más que cargar piedra y agua”, relata Octavio García en una entrevista para el equipo de memoria histórica de la ULPGC, uno de los presos de la Colonia Agrícola de Tefía, que permaneció abierta desde el año 1954 al 1966. “Había gente que entraba allí con 80 kilos y se quedaba en 45 o 50”.

García, que falleció en 2018, entró a los 24 años a la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, un lugar donde se reprimió a unas 200 personas a las que se aplicó la ley de vagos y maleantes, aprobada en 1933. La mayoría de los encarcelados eran hombres homosexuales, mujeres trans, alcohólicos o gente sin hogar. Y, en este caso, el delito de García fue sentir atracción por otros hombres.

A día de hoy la mayoría de presos de Tefía ya han fallecido o son muy mayores. Además, muchos de ellos prefirieron guardar silencio acerca de su experiencia en esta especie de campo de concentración español. Cuenta a este medio Miguel Ángel Sosa Machín, autor de libro Viaje al centro de la infamia, donde se recogen los testimonios de varios homosexuales recluidos en Tefía, que “no es solo que no hablaran, tenían pánico” y que para sacar a la luz lo que ocurrió allí tuvo que “dejarles bien claro que no les iba a hacer daño”.

Y es que esas fueron la cicatrices que dejó en todas estas personas Tefía, donde Sosa relata que se “trabajó el silencio y el olvido” a la vez que sucedían maltratos y agresiones de todos los tipos, humillaciones constantes y, todo esto, en un contexto de hambre extrema para los presos. De hecho, relata García situaciones como que les ponían a marchar a ritmo de himnos propios de la dictadura y que “si alguno se equivocaba, le golpeaban con un palo”.

Han pasado casi 60 años desde que este sitio, que ahora es un albergue juvenil, dejó de ser un lugar de castigo para muchos enjuiciados por el franquismo. Sin embargo, libros como el de Sosa y series como Las noches de Tefía, dirigida por Miguel del Arco, han rescatado su recuerdo, hasta el punto de que, para este verano, este espacio podría ser declarado lugar de memoria democrática, según anunció en marzo el ministro de Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres.

“Sólo faltaban los crematorios”

Algunos presos llegaron a establecer similitudes entre la Colonia Agrícola de Tefía y los conocidos campos de concentración del nazismo, llegando a señalar que para ser lo mismo “sólo faltaban los crematorios”

Ahora bien, Tefía no fue ni de lejos el primer lugar donde se encarceló y reprimió a homosexuales, sin embargo, señala sosa que abrir aquel centro fue “rizar el rizo”, dada la localización elegida y las condiciones en las que vivían los encarcelados. No hacían falta muros para que los presos no escaparan, porque “Fuerteventura siempre ha sido un lugar de destierro, de hecho, en aquella época el aeropuerto estaba recién estrenado”, apunta.

“Allí iba todo lo que molestaba a la dictadura en un momento en el que España comenzaba a abrirse al turismo”, relata Sosa, destacando la importancia del contexto internacional. En esta misma línea, el historiador Pablo Alcántara, autor de varios libros de investigación sobre el franquismo, añade un matiz: “tanto la Alemania de Hitler como la Italia de Mussolini la guerra ganaban la guerra y tenían apoyos, la represión se podía mostrar sin ningún tapujo”.

“Reeducar” en lugar de “torturar” y otros eufemismos

Además de las atrocidades que se daban allí dentro, llama la atención que, mientras en el nazismo a los centros de exterminio se les llamaba según el lugar donde se encontraban –por ejemplo, Auschwitz–, en el franquismo recibían un nombre que incluso podría rozar lo amable: Colonia Agrícola Penitenciaria. Esto, para Alcántara, “era una forma de no hablar de presos, sino de reeducación, se daba a entender que ahí dentro se hacía algo positivo, como trabajos a la comunidad”. 

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Destaca el historiador que esta prisión se dio en un contexto en el que empezaba a resurgir la democracia en distintos países de Europa, lo que hacía que España tuviera que utilizar “eufemismos” de cara al panorama internacional. Sin embargo, la represión al colectivo LGTBIQ+ fue salvaje. 

Tefia no fue la única prisión donde se encarceló y torturó, principalmente, a hombres homosexuales y mujeres trans. En la península, cuenta Alcántara, eran principalmente la Brigada de Investigación Criminal y la Brigada Político-Social quienes perseguían a estas personas y, añade, “a día de hoy esas personas cuentan con medallas y reconocimiento”. Añade Sosa que se identificaba a estas personas no solo por su comportamiento, sino también por “chivatazos” o incluso rumores de vecinas y gente del barrio. 

Una vez se identificaba y enjuiciaba a los capturados a Huelva iban los que catalogaban como "activos"; a Badajoz, los "pasivos"; Tefía era considerado un "lugar de destierro"; a Huesca iban quienes consideraban “psicópatas”; a Lérida, los menores; y a Carabanchel (Madrid), un poco de todo. "Esto refleja muy bien la persecución que sufrió el colectivo LGTBI en esta época", zanja Alcántara.

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