Esta familia sobra en una televisión pública

Quizás con el título bastaría para resumir los primeros días de La familia de la tele en La 1 de TVE. Ya con motivo del desfile previo al estreno —un desfile que se movió entre lo desproporcionado y lo grotesco, además de inacabable— escribíamos aquí nuestras dudas: "¿Hay un plan B si no funcionan las audiencias? ¿Se mantendrá el espíritu de Sálvame en clara contradicción con la trayectoria de una televisión pública? La familia de la tele debe vencer y convencer. No parece una tarea sencilla". No, no lo era, pero es que lo mostrado en estos días ha confirmado los peores augurios.
En primer lugar, las audiencias no han respondido. Moverse entre el seis y el ocho por ciento de cuota de pantalla se debe calificar de fracaso. Es más, puede lastrar al resto de la programación de tarde, con las telenovelas y Aquí la tierra como primeros damnificados, y el temor a que pueda repercutir en el telediario de noche, hasta ahora cómodamente instalado en la segunda plaza tras relegar al noticiario de Telecinco. Con todo, este aspecto, aparentemente la razón principal de la apuesta de la dirección, es tan solo un fracaso cuantitativo: lo realmente grave es que sus contenidos caen en abierta contradicción con el carácter de televisión pública que marca el estatuto de RTVE. Una reunión de comentaristas dispuestos a glosar los aspectos más escandalosos —cuando no escabrosos— de unos presuntos famosos, que lo son no en razón de trayectorias profesionales, sino de sus vidas que debían ser privadas, aboca al cotilleo, al bulo, a discusiones irrelevantes que nada aportan en el terreno de la información. El propio Buenafuente lanzaba en la propia TVE una pulla inequívoca en su ironía: "...estaba más desubicado que Kiko Matamoros en la tele pública”.
Este mismo viernes, el Consejo de Informativos, órgano de representación de los profesionales de TVE, se veía obligado a lanzar una crítica severa en un comunicado: “Los profesionales de la información de esta casa llevan largas jornadas en Roma informando con seriedad y rigor sobre el cónclave por la elección del nuevo papa. La familia de la tele envió a una de sus colaboradoras a Roma, a un evento claramente informativo, utilizando el micrófono de TVE. Ni el tono ni la forma de este programa es lo que se espera de una televisión pública en un evento de esta importancia. Nuestros profesionales y nuestros espectadores merecen respeto.
A ellos, a nuestros profesionales, les felicitamos por el gran trabajo llevado a cabo estos días, por estar a la altura de la función de servicio público que tenemos encomendada. Ponemos en valor, además, la capacidad de reacción de la dirección, interrumpiendo la programación para abrir paso a los servicios informativos en el desenlace del cónclave”.
El espectador de la tele pública también quiere divertirse
Ver más
En la tarde de este lunes, 132 miembros jubilados de los servicios informativos de TVE han firmado un escrito en apoyo a la nota del actual Consejo de Informativos, entre ellos figura Yolanda Sobero, primera presidenta de este órgano de representación, Alejandro Caballero, presidente en varias legislaturas, y otros miembros destacados como Teresa Rodríguez. Otros firmantes con amplia trayectoria y prestigio que se han adherido son Carmen Sarmiento, Carmen Enríquez, Curro Aguilera, Diego Carcedo, Georgina Cisquella, Sylvia Fernández de Boadilla, Zulema Larripa, Carlos Ruscadella y un largo etcétera.
La actual dirección ha dado claras muestras de su disposición inconformista con el lugar que ocupa TVE en el panorama televisivo. En tan solo dos semanas ha reformado contenidos y presentación de Mañaneros, ha estrenado la tertulia de Jesús Cintora, ha programado nuevos concursos y espacios de variedades, o recuperado a Andreu Buenafuente. Todos ellos, con mejor o peor fortuna, dentro de los parámetros de un medio público. La clara excepción es esta Familia de la tele, que nada pinta en TVE.
En este momento, el programa se ve abocado a revolucionar sus contenidos de manera radical y abandonar la herencia de Sálvame, o languidecer hasta su desaparición. Como decíamos al principio este espacio sobra en una televisión pública.