Las guerras interminables de Trump: Gaza y Ucrania defenestran el papel de EEUU como mediador

El presidente estadounidense, Donald Trump, camina por el Jardín Sur al salir de la Casa Blanca.

"Terminaré la guerra de Ucrania en 24 horas". "Si yo hubiera sido presidente, el conflicto en Gaza jamás habría comenzado. No habría muerto tanta gente, ni habríamos visto la demolición de ciudades y zonas enteras". "La guerra de Ucrania se muere por resolverse. La resolveré incluso antes de ser presidente". "Si gano, incluso antes de tomar posesión, reuniré a uno y a otro". "Vladímir Putin quiere de verdad la paz". "Si todos los rehenes no están en libertad para el sábado (15 de febrero) a las doce, diría: que se abran las puertas del infierno". "Yo no voy a iniciar ninguna guerra, las voy a parar". Son todas frases del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre cómo, incluso antes de pisar la Casa Blanca, iba a terminar con la invasión rusa de Ucrania y con los brutales ataques de Israel a Palestina, que ya han dejado más de 50.000 muertos. Unas promesas que ni se han cumplido hasta ahora, ni parece que lo hagan en el corto plazo. Si Trump esperaba que, solo con su llegada, todo iba a resolverse como por arte de magia, los hechos le están quitando la razón.

"No tiene ningún tipo de estrategia ni un punto de vista diferente que pueda proponer. Funciona básicamente a base de ocurrencias y sin un proyecto a largo plazo para ninguno de los conflictos que hay en marcha. No existe, como sí sucedió con presidentes anteriores, una visión del mundo clara, una meta, que aunque fuera equivocada, ya daría algo a lo que agarrarse", describe Pedro Soriano, analista de Agenda Pública y experto en la política de Estados Unidos. De forma parecida opina Francisco Rodríguez Jiménez, profesor de la Universidad de Extremadura y visitante en la estadounidense Georgetown: "Nadie se creía todo lo que estaba diciendo, hay que distinguir la retórica de la realidad, y dentro del establishment de las relaciones exteriores de Estados Unidos, tenían claro que esto no iba a acabar tan fácil".

Y es que, en ambos conflictos, el acuerdo parece cada vez más lejano, tanto que se podría decir que están en uno de los peores momentos desde que el presidente estadounidense asumió el cargo en enero. En el caso ucraniano, las negociaciones están completamente estancadas, pese a que en las últimas semanas ha habido amagos por ambas partes de retomar las conversaciones, las posturas están tremendamente alejadas y sin previsión de acercarse en el corto plazo. Trump ni siquiera ha podido cumplir su promesa de reunir a Vladimir Putin y a Volodímir Zelenski en unas negociaciones cara a cara con él de mediador. De hecho, lo más cerca que estuvo este encuentro de producirse fue hace 2 semanas, cuando el ucraniano desafió a su homólogo a acudir a Estambul, con motivo de una nueva ronda de contactos, para reunirse con él, algo que Putin finalmente rechazó.

Esas negociaciones, llevadas a cabo con una delegación rusa bajo mínimos y con representantes de segunda fila, fue un estrepitoso fracaso. Ucrania vio el gesto de los rusos como un símbolo de que no querían llegar a ningún acuerdo ni a ceder en sus condiciones; Rusia, por su parte, ninguneó la propuesta de Zelenski y, al mismo tiempo, dejó en un segundo plano las mediaciones turca y estadounidense. ¿La respuesta de Trump a este enésimo fracaso? Que él no había hablado con Putin. Sin embargo, ni por esas hubo avances. Ambos mandatarios se llamaron por teléfono el pasado 19 de mayo, pero todo continúa tan estancado como hace meses. "Aquí el listo de la ecuación es Putin, porque hace creer a Trump que tiene influencia sobre él cuando realmente es al contrario. El presidente ruso está jugando con él. Y ahora mismo Putin sabe que es él quien tiene mejores cartas", opina Rodríguez Jiménez.

Todo este ir y venir de negociaciones fallidas es una de las muestras más evidentes de que la estrategia de paz propuesta por el magnate no funciona. "Trump claramente sobreestimó sus propias capacidades y las del resto de actores. Una paz no se puede alcanzar con prisas, y él las está teniendo. Quiere ir rápido y un conflicto no se puede resolver de esa forma, hay que construir una confianza que facilite las negociaciones entre las partes, algo que en ningún momento ha hecho", explica Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). 

Ni siquiera su punto de vista con respecto a Putin ha sido constante. De presentarle como alguien que deseaba la paz, ha pasado, en las últimas semanas, a advertirle de sanciones y de duras consecuencias si no se sienta a negociar. "Confió mucho en su relación personal con Putin para solucionar todo, pero el presidente ruso tiene sus propias intenciones e intereses. Si Trump no pone más presión sobre él, es imposible que se llegue a ningún acuerdo, porque a Putin no le interesa. En el campo de batalla tiene ventaja y por eso va a seguir con su estrategia dilatoria postergando negociación tras negociación", señala Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid.

Y tampoco parecen hacer efecto las amenazas de sanciones de Trump durante los últimos días. El presidente estadounidense ha llegado a decir esta semana que Putin estaba "loco", que le había "decepcionado" y que "juega con fuego" con sus acciones en Ucrania. Sin embargo, poco ha cambiado sobre el terreno. "Su estrategia no ha tenido ningún giro sustancial más allá de las palabras. El hecho de que le haya dicho que le da dos semanas de margen no es algo relevante, porque también dijo hace un tiempo que en pocos días sabríamos quién estaba a favor o en contra de la paz y no pasó nada. Es la misma historia. Y mientras tanto, Rusia sigue atacando a Ucrania y sin que Putin haya cambiado un ápice sus acciones, así que seguimos instalados en el mismo punto: palabrería", comenta Núñez.

¿Aislamiento total como salida?

Con todo, no es solo Ucrania lo que se juega en las negociaciones. El territorio de este país es solo una parte dentro de todos los intereses que tiene Trump sobre el terreno: "Lo que ha intentado Trump siempre es romper la conexión entre Rusia y China, pero hasta ahora no lo ha conseguido. Sin embargo, el mapa general va más allá de eso, en las negociaciones con Putin también decidirán sobre los recursos del Ártico, Groenlandia y de la propia Ucrania, que probablemente sea dividida en dos zonas de influencia, una para Rusia y otra para EEUU, destinadas a explotar sus recursos", comenta Ferrero. 

Mientras tanto, las personas siguen muriendo en el campo de batalla sin ningún horizonte claro. Nada ha hecho que las cosas mejoren y lo único que se trasluce de las acciones de Trump es una gran inconsistencia estratégica y protagonizada por repetidos ataques a sus aliados. "Él usa la imposición como carta, pero se está dando cuenta que en Ucrania no puede hacer eso. La paradoja de Trump es que es un presidente con tendencias muy autoritarias dentro de su país, pero tremendamente débil fuera. Putin sí tiene una visión clara de lo que quiere y su percepción es que Trump va y viene sin un rumbo claro y por eso cree que puede imponer sus objetivos de máximos", opina Soriano, que teme que, a largo plazo, si el conflicto continúa enquistado, Trump simplemente se desentienda de él: "Ya lo ha hecho más veces, cuando ve que no puede rápidamente encontrar una solución, lo abandona y vuelve un tiempo después". 

Con respecto a este posible desinterés, para Jiménez Rodríguez la cuestión fundamental que esconde la estrategia de Trump es el deseo del presidente estadounidense de tener una menor preponderancia en esa zona del mundo, pasando la responsabilidad a los actores europeos, que también en estas semanas están autorizando a Ucrania a usar armas con menos restricciones. Esto estaría en línea con su retórica aislacionista y cree que, a medio plazo, es lo que se acabará viendo, un progresivo abandono de Europa por parte del magnate.

A nadie le importa Gaza

Pero si hay un lugar donde ha quedado más patente la incapacidad de Trump para lograr parar la guerra, ese es Gaza. El presidente estadounidense llegó a su cargo celebrando un alto el fuego entre Israel y Hamás que fue negociado, en parte, por la Administración Biden, pero que él se atribuyó rápidamente. Unos meses después, nada queda de ese acuerdo que el magnate veía como un triunfo de su papel de pacificador. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha roto ese alto el fuego en repetidas ocasiones, para dejarlo en agua de borrajas a mediados de este mes, cuando lanzó una nueva ofensiva y un bloqueo masivo de ayuda humanitaria que ha profundizado aún más en el drama que se vive en la Franja, matando de hambre a decenas de niños y ancianos. 

Ucrania lanza un ataque masivo a Rusia un día antes del inicio de las conversaciones de paz

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En el último mes, Trump ha repetido con Netanyahu la misma estrategia que con Putin: meros gestos simbólicos pero ninguna acción real. El presidente estadounidense se ha distanciado simbólicamente de Tel Aviv, por ejemplo, no visitando Israel en su gira por Oriente Próximo, pero nada de eso cambia la situación de los palestinos. "Gaza no le importa en absoluto, de hecho, a nadie parece importarle lo que está pasando ahí. Trump quiere que la guerra termine rápido, pero no hace nada para conseguirlo", señala Ferrero. Además, explica la profesora, la gran preocupación del magnate en la zona no es tanto Palestina sino que Israel no ataque a Irán, algo que podría escalar el conflicto y que podría dañar tremendamente sus intereses en la región. 

El otro actor clave de la zona son los países árabes, con los que Trump también puede sacar importantes ganancias. "Claramente EEUU quiere que Israel sea una especie de policía en Oriente Próximo para que ellos se puedan replegar de allí. Sin embargo, está la paradoja de que, mientras Trump apoya a Israel, los países árabes son propalestinos. No sus élites, a las que les da completamente igual, pero sí su población, y eso es algo que también deben gestionar. La pregunta es dónde está la línea que Trump no está dispuesto a cruzar. En mi opinión, está en una deportación masiva de palestinos, que claramente es uno de los objetivos de Netanyahu. Ese extremo no lo permitiría Trump, ni mucho menos por humanidad, sino porque haría pedazos sus intereses con los países árabes y su intención de restituir la línea marcada en los Acuerdos de Abraham", defiende Soriano.

Con ello, el problema en Gaza para que el magnate ejerza su pretendido papel de mediador es el mismo que el de Ucrania: en ambos conflictos está claramente alineado con una de las dos partes. "Ha tomado partido claramente por Putin y Netanyahu, asumiendo sus condiciones de partida, lo que ha producido dos situaciones: la primera es que ambos le toman el pelo, y la segunda es que el resto de actores implicados te perciben como un negociador de parte y no se fían de ti. EEUU tiene instrumentos de sobra para presionar a Rusia y a Israel, pero no existe una voluntad política de hacerlo. Por ello, para empezar a ejercer ese papel de mediador, la estrategia pasaría, por una parte, por salirse dejar de tomar partido por alguno de los implicados, siendo más equilibrado, y, por otra, emplear las amplias capacidades que tiene a su alcance para sancionar a quienes se saltan las reglas de juego", zanja Núñez

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