Los ataques de Alvise contra sus eurodiputados, la última evidencia del fratricidio ultra en Europa

Alvise y los eurodiputados de se Acabó la Fiesta

Vox, en el grupo parlamentario de Orbán y Le Pen. Diego Solier y Nora Junco, eurodiputados de Se Acabó la Fiesta ahora enfrentados a Alvise Pérez, dentro de ECR (las filas de Giorgia Meloni en la Eurocámara). El propio Alvise, por libre y sin grupo. Menos de un año después de las elecciones europeas, la extrema derecha española está dividida –igual que la del continente– en diferentes agrupaciones, lo que reduce su peso en la Cámara al tiempo que muestra las divisiones ideológicas, de intereses y también personales entre ellos.

Una lucha fratricida que se ha hecho más evidente que nunca al explotar la relación de Alvise Pérez con Diego Solier y Nora Junco. El primero les acusó hace dos semanas de haber recibido dinero de lobbies armamentísticos para votar a favor en las resoluciones de la Eurocámara sobre las capacidades de Defensa de la UE y los planes de rearme militar. Solier y Junco acaban de llevar a los tribunales a su antiguo jefe de filas, según ha confirmado infoLibre, por “difamación y coacción” y por difundir “campañas de desinformación contra nosotros –incluyendo acusaciones absurdas y fabricadas–”; lo acusan de “matonismo y chantaje”, de “amenazas públicas y privadas” y de aceptar “dinero negro”, en referencia a las investigaciones judiciales que pesan sobre Alvise por presuntamente recibir fondos de un empresario de criptomonedas. 

El enfrentamiento se hizo visible hace dos semanas, cuando en una entrevista pública, Pérez puso en duda la integridad política de Solier y Junco al no saber si les habían “comprado” las empresas del sector militar y exigía “explicaciones” sobre las orientaciones de sus votos. Los eurodiputados respondieron con contundencia asegurando que las acusaciones eran “completamente infundadas y totalmente alejadas de la realidad” y anunciaban estar “analizando opciones legales en respuesta a esas acusaciones difamatorias”, que finalmente han concretado. Pero la división viene de lejos.

En Bruselas sí Se Acabó la Fiesta

Diego Solier y Nora Junco concurrieron a los comicios del pasado junio en la lista de Se Acabó la Fiesta de Alvise Pérez, votada por 800.000 españoles. El influencer de las redes sociales lideraba esa lista que, según los dos eurodiputados, “dejó de existir justo después de las elecciones”. El mandato compartido era representar a los trabajadores de España, comprometidos con defender los intereses nacionales al margen de los grandes partidos.

Poco después de su éxito electoral, Solier y Junco solicitaron ingresar en las filas de ECR (el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos), liderado por Fratelli d'Italia de Giorgia Meloni y los ultracatólicos polacos del PIS. ECR tardó en tomar una decisión y no aceptó su incorporación hasta diciembre, pero rechazó la de Alvise Pérez, sujeto ya entonces a una investigación del Tribunal Supremo por presuntamente haber recibido una transferencia de 100.000 euros. Mientras los primeros abandonaron la bancada de los no-inscritos, el segundo sigue todavía sin grupo, lo que reduce sus minutos en el Pleno y en los Comités o su participación como ponente en resoluciones parlamentarias. Y la división entre ellos no ha dejado de crecer.

Junco y Solier se declaran “miembros de pleno derecho” en contraposición con Pérez, aseguran actuar ya “con plena autonomía política” y “de forma plenamente independiente, sin ningún vínculo político ni operativo con quienes hoy representan formas ajenas a nuestros valores”. Los dos eurodiputados dicen trabajar en favor de “una alternativa conservadora, firme, moderna, crítica pero europeísta”, comprometidos con valores de centro derecha, lo que incluye “el derecho a la defensa propia” de Europa “en cooperación con la OTAN”.

Esta declaración de principios de Solier y Junco les distancia tanto de Alvise Pérez como de Vox. El primero hizo campaña en contra del rearme y mantiene críticas constantes a la OTAN y a la participación indirecta europea en la guerra de Ucrania, además de denunciar que en ECR no se puede “hablar con libertad” sobre ese conflicto. 

Vox rechaza reconocerse como centro derecha e integra el partido Patriots for Europe, de carácter soberanista y alérgico a la UE, hasta el punto de acoger en su seno a formaciones que en el pasado pidieron la ruptura de la zona euro o aliadas de Vladimir Putin, como los franceses de Le Pen o los italianos de Salvini. Uno de los líderes de este grupo es Viktor Orbán, el primer ministro húngaro, quien desde dentro del Consejo Europeo bloquea sanciones contra Rusia, a favor de la ayuda militar a Ucrania y aboga por una UE con menores competencias, confederal y no tendente al federalismo.

Para añadir más fuego en esta guerra fratricida de los ultras, Juan Ángel Soto Gómez, exdirector del área de Internacional de la Fundación Disenso (el think tank de Vox), estaría asesorando la respuesta comunicativa de Solier y Junco en todo este enfrentamiento, algo que Alvise Pérez ha expuesto ante sus miles de seguidores en su grupo de la red social Telegram, señalando que son “la misma basura corporativista” y pidiendo a los votantes de Vox que “juzguen” el supuesto amparo de este partido a los dos eurodiputados díscolos. 

La ruptura en la extrema derecha europea

La división entre Vox, Alvise, Solier y Junco es sólo un reflejo de la que vive la ultraderecha del continente desde las elecciones europeas del pasado junio. En el momento de mayor peso electoral de su historia, con el sorpaso dado a los liberales y la posibilidad de unir fuerzas para mirar de tú a tú a los socialdemócratas en la Eurocámara, los ultras no han sido ni son capaces de unirse.

Los otros dos eurodiputados de Se Acabó la Fiesta rompen con Alvise y se declaran independientes

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El húngaro Orbán acariciaba esta posibilidad antes de esos comicios y, tras los resultados, demandó a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y a la líder del antiguo Frente Nacional francés, Marine Le Pen, que se pusiesen de acuerdo. Pero las “dos mujeres”, lamentó, no lo hicieron, alejadas por sus alianzas. Le Pen es socia tradicional de Salvini y su Lega, quienes no dejan de ser rivales de Meloni aunque conformen junto a ella el Gobierno de coalición italiano. Ésta, a su vez, ha sabido posicionarse como extrema derecha moderada, pata de apoyo del PP europeo y de la Comisión liderada por Von der Leyen para endurecer leyes migratorias, frenar políticas contra el cambio climático o criminalizar a las ONG, al tiempo que su postura atlantista alejada de Rusia le permite el mejor contacto con Donald Trump en los Estados Unidos.

ECR, su grupo en la Eurocámara, y Patriots (el de Orbán, Le Pen, Salvini y Vox) hacen pinza con el PP europeo en numerosas votaciones. Han frenado, por ejemplo, la comparecencia de la Asociación de Víctimas de la Dana en el Comité de Peticiones y, fruto de su alianza y con el empuje desde los gobiernos en Roma y Budapest, impulsaron la propuesta de la Comisión para crear centros de deportación externos a la UE para los demandantes de asilo. Pero las tres familias no están siempre unidas: en el PP europeo se apoyan en socialdemócratas, verdes y liberales para mantener la ayuda militar y financiera a Ucrania con la que intentan desangrar a los ultras patriotas vendiéndolos como prorrusos.

Existe además una tercera formación ultra en Bruselas, la Europa de las Naciones Soberanas –liderada por los neonazis de la AfD–, más pequeña, con sólo 25 eurodiputados, integrada por partidos minoritarios de Bulgaria, Polonia, Eslovaquia o República Checa. Para aumentar ligeramente su tamaño, este conjunto de renegados hasta para los ultras han estado en contacto en Bruselas con el partido griego Niki... y con Alvise Pérez. Si dos eran muchos para la fiesta ultra, tres parecen acabar con ella.

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