Si hay que hacer sitio a un apocalipsis más, que sea a ‘El eternauta’

Porque está muy bien hecha, porque es una superproducción argentina, porque adapta un clásico del cómic, porque crea personajes interesantes o porque ofrece una nueva oportunidad de disfrutar de Ricardo Darín. Hay muchos motivos para ver El eternauta.
Pensada para dos temporadas, ya se ofrece en Netflix la primera mitad de esta ciencia ficción. Seis episodios intrigantes que empiezan, una vez más, con un apagón. Este viene acompañado con una prolongadísima nevada tóxica y mortal.
Una partida de cartas interrumpida por el apocalipsis
Cuatro viejos amigos juegan a las cartas cuando empiezan a ver desde las ventanas que todo el mundo que se expone a la nieve muere al instante. Ellos cuentan entre sí con un militar retirado, Juan Salvo, Darín, y un ingeniero que se las sabe todas en comunicaciones o motores, Favalli, César Troncoso. Otros personajes los acompañan o se unen al grupo que encara este apocalipsis con mucho sabor local.
El cómic que da origen a esta adaptación es uno de los mayores clásicos de Latinoamérica. Comenzó a escribirlo Héctor Germán Oesterheld (HGO) en 1957 con dibujos de Francisco Solano López en la revista Hora Cero, que ofrecía tres páginas semanales.
Basada en un cómic mítico
El eternauta fue la obra cumbre de Oesterherld, que colaboró con dibujantes como Alberto Breccia o Hugo Pratt a lo largo de su carrera. Cuando escribió la primera parte aún no se había significado políticamente.
Posteriormente, en cambio, escribió una biografía gráfica del Che Guevara y se unió con los Montoneros, guerrilla peronista contra la dictadura cívico-militar. La segunda parte de El eternauta, que no va a recoger esta serie en principio, fue escrita en un estilo más militante, ya en los años setenta. Esta significación pública del escritor tuvo el precio más espantoso.
Un autor asesinado por la dictadura argentina
En 1977, HGO fue secuestrado y se cree que asesinado al año siguiente. Sus cuatro hijas, dos de ellas embarazadas en ese momento y tres de sus yernos fueron desaparecidos y asesinados antes que él mismo. Los bebés que esperaban fueron robados al nacer.
Un horror al que es difícil sustraerse al ver la serie. Sin embargo, su autor, el guionista y director Bruno Stagnaro, ha evitado dar una lectura política explicita a esta nueva obra. “No quiero ser didáctico” explica a Los Ángeles Times.
Política en un sentido abierto
“La ciencia ficción ineludiblemente dialoga con el presente y uno tiene una visión de las cosas y esa visión de las cosas posiblemente quede impregnada en las cosas que uno hace. No creo que exista una posibilidad de que la obra no tenga una lectura política, pero si me interesa no guiar al espectador a través de mi visión” afirma desarrollando esta idea.
En algunas reediciones de la historieta, HGO explicaba el origen de su idea como un homenaje a Robinson Crusoe. Su gran aportación al clásico fue trasladarlo a tierra y sobre todo no poner al hombre solo sino rodeado por su familia y amigos.
El héroe colectivo
La historia crecía semana a semana por derroteros no planificados y Oesterheld mencionaba a posteriori como su gran placer había sido la creación de “un héroe colectivo, un grupo humano”, algo que había surgido casi sin querer pero que reflejaba su “sentir íntimo”. “El único héroe válido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo” concluía.
Este si es el rasgo dominante de la serie, la supervivencia por cooperación. “Nadie se salva solo” es su lema. Sobre su oportunidad en el momento en el que gobierna Argentina un ultraliberal como Milei, Stagnaro, para El destape rehúye ser específico pero destaca “es una verdad de perogrullo. Incluso en el capitalismo más descarnado se necesita de otro para vender lo que se produce”.
Una adaptación con muchas novedades
Por lo demás, la adaptación se toma libertades. “Yo mismo soy un fan de la historieta”, confiesa Stagnaro, “y en ese sentido me sentí una voz autorizada para tomar las decisiones para trasladar el espíritu de la historieta. La primera y más fácil decisión fue traerla al tiempo presente,” añade. Lo argumenta porque la intención original del autor era que fuera contemporánea a sus lectores.
Además, algunos personajes cambian, empezando por su protagonista, que pasa de los cuarenta a los sesenta años. Se convierte aquí en antiguo combatiente de la Guerra de las Malvinas. Su esposa se transforma en ex, su hija pasa de niña a joven, por poner algún otro ejemplo.
Una súper producción al servicio de la historia
Estos personajes recorren un Buenos Aires post apocalíptico con las calles nevadas llenas de cadáveres y coches abandonados o accidentados. La recreación impecable de este entorno supone un logro para la producción argentina.
Según explica La sed no es nada, los barrios que iban a protagonizar la acción fueron escaneados con drones, algo a lo que ayudó el confinamiento vaciándolos temporalmente.
La técnica de la producción virtual
Estas imágenes se trasladan a ordenador y se convierten en un espacio que se puede recorrer y ver desde todas las perspectivas como en los videojuegos. Permite utilizar la técnica que han empleado The mandalorian o la última película de Batman, la producción virtual.
Consiste en una pantalla gigante de leds, en este caso la mayor de Latinoamérica, que proyecta la imagen y permite a los actores y actrices tener referencias reales, a diferencia de las pantallas vacías de croma.
Además, la iluminación que se da en el rodaje corresponde con la final y facilita el trabajo de la posproducción. Entonces entran los equipos de CGI, siglas en inglés de las imágenes generadas por ordenador.
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Y por supuesto, antes de eso se intenta grabar todo lo posible en escenarios naturales para los que se requirió falsa nieve de cuatro tipos, según se fuera a utilizar en la calle, en el traje, en pequeñas o grandes cantidades, como muestra del enorme esfuerzo.
Ciencia ficción neorrealista
Todo el proceso ha llevado 140 días de filmación que demuestran, como dice el líder del proyecto, Stagnaro, que “las invasiones no ocurren solo en Nueva York”. Se ha cuidado la “cuota de argentinidad” ya desde el principio, con la partida de truco, juego de cartas popular en el país y momento favorito del creador de la serie y de Ariel Staltari, guionista que además interpreta a Omar, el intruso entre los amigos y contrapunto a su relación.
Esta salida de los estándares estadounidenses permite capturar la esencia del cómic. Una visión neorrealista de la ciencia ficción. Una visión muy humana y cercana en la que se aborda el dilema entre el egoísmo y la cooperación.