Érase un país en vías de subdesarrollo Verónica López Sabater

Si tienen oportunidad de verlo, les recomiendo el documental sobre los oligarcas rusos. No hay mejor lección que conocer cómo hemos llegado hasta aquí, qué ha pasado, cuál es el contexto, para entender dónde nos encontramos ahora.
En la descomposición de un Estado como la URSS, todo fue posible, también que un taxista, un camionero y un estudiante se hicieran con el control de los oleoductos rusos y las empresas petroleras en manos entonces del Estado y lograran amasar fortunas, hasta el punto de controlar a un noqueado Boris Yeltsin y lograr que les cediera todo a cambio de nada.
Unos cuantos hombres con mucha ambición que unieron su fortuna y su destino al poder, a Putin. El documental tiene varios episodios y nos trae hasta el inicio de la guerra de Ucrania.
Su forma de repartirse un país y una riqueza sin importar el cómo, eliminando a las personas que son un obstáculo, controlando los intereses comunes y ajenos, decidiendo sin escuchar a las partes, es exactamente lo que estamos viviendo estos días.
Trump y Putin repiten un patrón que, al menos el ruso, lleva practicando mucho tiempo. Van a repartirse un país para mantener intactos sus intereses, es lo que dijeron tras su reunión de Riad, que ambas partes habían acordado trabajar conjuntamente a favor de sus intereses, de los suyos, no de los de Ucrania.
La esquizofrenia es practicada con tanta naturalidad que asusta. Y con ese relato justificaremos todo lo que venga después
Trump le ha comprado el relato a Putin: Ucrania tiene la culpa de la guerra. Y sin pestañear, acusa a Zelensky de haberla iniciado y de no haber sabido ponerle fin en 3 años de conflicto, de ser un dictador por no haber convocado elecciones en plena guerra (desconociendo por completo qué dice la Constitución ucraniana) y rebajarlo a la condición de “cómico modesto”.
La esquizofrenia es practicada con tanta naturalidad que asusta. Y con ese relato, que escucharemos a partir de ahora una y otra vez, “Ucrania fue quien empezó esta guerra”, “Zelensky es un dictador”, justificaremos todo lo que venga después: el reparto de su territorio, de sus riquezas (las tierras raras tan codiciadas por Trump) y lo que se les antoje.
El problema es qué haremos el resto mientras esto pasa. Qué haremos mientras se reparten Ucrania, y luego Gaza y…¿después? Esta semana el Financial Times hablaba en su editorial sobre el golpe de estado que estaba perpetrando Trump, no en Ucrania o en Gaza, sino en su propio país, en Estados Unidos. Va a desmantelarlo todo, el sistema sanitario, educativo, la administración, va a eliminar a los funcionarios, para hacer luego algo que se ajuste a sus intereses. Y volvemos al mismo punto de partida: desmantelar un país para luego repartírnoslo.
Sabíamos que la llegada de Trump rompería las reglas de juego y sería una sucesión de medidas y anuncios surrealistas. Pero nunca imaginamos que su plan era éste: repartirse entre sus amigos todo. Lo suyo y lo de los demás.
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