Las mujeres, víctimas por partida doble en la Franja de Gaza

Desde octubre de 2023 han muerto en la Franja de Gaza alrededor de 12.000 mujeres en los bombardeos o por los disparos israelíes, víctimas de aviones, barcos, drones, tanques y soldados de infantería. Eso ha tenido como consecuencia la “destrucción total del tejido social de Gaza”, afirma el informe Violaciones israelíes e inacción internacional: las mujeres de Gaza destrozadas por la violencia múltiple, publicado en febrero por el Centro Palestino para los Derechos Humanos (PCHR).
“Mujeres trabajadoras, periodistas, médicas, sostenes de familias y esposas han sido blanco de ataques, dejando a miles de niños sin sus madres. Han perdido a sus madres más de 6.000 familias, lo que ha dejado un vacío irreparable en sus vidas”, escribe la organización en el preámbulo.
Entre las víctimas se encuentran dos abogadas de esta ONG, Nour Abou al-Nour y Dana Yaghi, encargadas precisamente de recabar los testimonios de las mujeres y de prestarles asistencia jurídica. Murieron, junto con varios de sus familiares, en los bombardeos de sus casas familiares, donde habían encontrado refugio tras su desplazamiento forzoso. La primera, el 20 de febrero de 2024; la segunda, cuatro días después. Su destino ilustra el de las mujeres de Gaza.
En ocho capítulos, el informe del PCHR describe todos los aspectos de estas vidas destrozadas. Cada uno de esos capítulos va acompañado de testimonios recogidos sobre el terreno por los empleados de la organización, que también arriesgan sus vidas. Para este estudio se ha entrevistado exhaustivamente a al menos ochocientas mujeres de todas las edades y condiciones sociales en todo el territorio. Han sido seleccionadas de una muestra más amplia de 2.602 mujeres. Solteras, viudas, divorciadas, madres de familia... todos los estados civiles están representados.
Se abordan todos los aspectos de la destrucción de la vida de las mujeres: lesiones físicas, muerte o desaparición de familiares, pérdida de fuentes de ingresos, hambre impuesta por Israel, desplazamientos forzosos, epidemias, separaciones familiares y detenciones arbitrarias. Y todo ello con detalles y precisiones que dibujan un panorama escalofriante y hacen palpables el sufrimiento físico y mental de estas víctimas y su desesperación.
Vidas amputadas
Las heridas físicas de las mujeres de Gaza suelen conducir, en la gran miseria sanitaria del territorio palestino, a la amputación de una extremidad inferior o superior. Esto conlleva una pérdida de autonomía y dificultades para realizar sus tareas habituales, como cuidar de los niños, por ejemplo. A falta de cirugía reconstructiva, los cuerpos heridos solo se “remiendan”, y la sensación de pérdida de feminidad afecta a la mayoría de las testigos. Un sufrimiento que suele tratarse poco, y el hecho de darlo a conocer constituye uno de los méritos del informe.
“Las heridas y desfiguraciones no solo han marcado mi cuerpo, sino que también han dejado una profunda cicatriz en mi alma que permanecerá conmigo durante mucho tiempo. Ahora vivo con un dolor constante, no solo por la salud que he perdido, sino también por la sensación de impotencia y debilidad que me persigue cada día, como si yo misma me hubiera perdido”, dice Ferial Ibrahim Souleiman al-Jamal, una viuda de 33 años que resultó gravemente herida en todo el cuerpo por la metralla de un bombardeo aéreo.
Incluso con el cuerpo intacto, las mujeres de Gaza están heridas económica, social y mentalmente. La sociedad de la Franja de Gaza es conservadora y los roles están muy marcados por el género. En una familia, el papel de sostén económico y protector suele recaer en los hombres. Perder ese sostén —por muerte, desaparición o detención— provoca ansiedad y depresión. Las mujeres se hunden así en un sentimiento de aislamiento, reforzado por los múltiples desplazamientos forzosos que separan a las familias y por la desastrosa situación económica.
La guerra no solo ha destruido mi casa y mi proyecto, sino que me ha robado la estabilidad
Las que trabajaban han perdido su empleo, ya sea en una oficina, en la Administración, en una tienda, en un mercado o en el campo, y no pueden hacer frente a las necesidades de sus familias y de sus hijos, si tienen. Son totalmente dependientes de la ayuda humanitaria y viven en la angustia.
Israa Atef Khamis Abou al-Ata, de 27 años, es madre de dos niñas. Su marido, que era pescador, fue asesinado por misiles israelíes junto con uno de sus compañeros el 25 de octubre de 2024 mientras guardaba su pequeña embarcación en la playa. Ella nos ha hablado de sus dos hijas: “Ahora soy su madre y su padre, asumiendo todas las responsabilidades que mi marido solía llevar. Ya no tenemos ninguna fuente de ingresos y no puedo cubrir nuestras necesidades básicas”.
Y añade: “Recojo leña y hago cola durante horas para conseguir agua potable. La comida es escasa y limitada, principalmente conservas. Dependo de la ayuda y la comida que proporcionan los comedores benéficos, que consisten principalmente en pasta y lentejas. No es suficiente para cubrir mis necesidades ni las de mis hijos. Mi salud mental se ha deteriorado considerablemente desde la pérdida de mi marido”.
Dignidad destrozada
Las mujeres que trabajaban se sienten igualmente desamparadas. Wafa Abdullah Hassan al-Majdalawi, de 46 años, que vive en el campo de refugiados de Chati y ha sido desplazada a una escuela de la UNRWA que sirve de refugio, explica que ha perdido la pastelería que había montado con esfuerzo y voluntad: “En el momento álgido de mi actividad, daba trabajo a trece mujeres”, dice. “Por desgracia, la guerra destruyó por completo mi proyecto y perdí la fuente de ingresos que había construido durante más de once años. Ese proyecto era la seguridad económica de mi familia y ahora ya no me queda nada”.
“He intentado poner en marcha un pequeño proyecto con recursos modestos en el refugio, pero las difíciles condiciones lo han hecho casi imposible”, añade Wafa Abdullah Hassan al-Majdalawi. “La falta de materias primas debido al severo bloqueo y los repetidos desplazamientos causados por las órdenes de evacuación israelíes impiden cualquier tipo de estabilidad. Nada puede compensar lo que he perdido. La guerra no solo ha destruido mi casa y mi proyecto, sino que me ha robado la estabilidad y me ha arrancado de una vida que antes creía segura, dejándome unas heridas profundas y una carga insoportable”.
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Los desplazamientos forzosos y múltiples obligan a muchas mujeres a vivir en refugios precarios o lugares superpoblados donde es imposible la intimidad. Su dignidad se ve quebrantada por las largas horas de cola ante los escasos servicios sanitarios, durante las cuales están expuestas a la mirada de todos, lo que supone una humillación en esta sociedad. También por las interminables colas para obtener ayuda alimentaria y agua potable.
El alto el fuego que entró en vigor el 19 de enero, acompañado de una reanudación significativa de la ayuda humanitaria, había dado esperanzas de una mejora para la población, en particular para las mujeres. Pero la ruptura de la tregua por parte del ejército israelí en la noche del 17 al 18 de marzo, la reanudación de las matanzas y las órdenes de desplazamiento, permiten afirmar que el próximo informe sobre la situación de las mujeres en Gaza será aún más alarmante.
Traducción de Miguel López