Las brujas, la eterna invención patriarcal en un cómic: "Eran sospechosas por ser mujeres diferentes"

Detalle de la portada de '¿Es una bruja?'

Mujeres libres que pensaban diferente, que vivían solas. Mujeres que no encajaban en los moldes sociales de cada época. Curanderas con conocimientos medicinales, que sanaban con hierbas y ungüentos, que desafiaban el orden establecido. Mujeres marginadas por mayores, viudas o solteras, por no cumplir con la función que se esperaba de ellas. Enemigas de la religión, vehículos de las fuerzas del mal. Todas ellas estigmatizadas desde el principio de los tiempos, de hecho. Mujeres perseguidas por el patriarcado por ser mujeres y señaladas, efectivamente, como brujas.

Una palabra con multitud de connotaciones, por lo general peyorativas todas ellas, que ha ido transmitiéndose a lo largo de los siglos, adaptándose a cada momento, llegando hasta nuestros días prácticamente con el mismo significado misógino y machista. Una construcción, semántica y simbólica, hecha desde la sociedad patriarcal "por miedo a las mujeres diferentes, a las que tienen talento, a las que se salen un poco de esos límites que las constriñen socialmente", en palabras de Raquel Gu (Raquel García Uldemolins, Barcelona, 1972), autora de ¿Es una bruja? (Garbuix Books, 2025).

"Las que hablan, las que protestan, las que incomodan", continúa enumerando a infoLibre la ilustradora e historietista, que con este cómic traza una historia de "los mitos, las mentiras y la realidad que hay en torno a la figura de las brujas, algo que arranca desde la prehistoria y llega hasta nuestros días". Un repaso a la figura de las que se dedicaban a "hacer de curanderas cuando no existía la ciencia tal y como la conocemos ahora, y que fueron discriminadas por el hecho de ser mujeres". "Eran inmediatamente sospechosas por el hecho de ser mujeres, y su labor se asoció a la magia negra, mientras que cuando la sanación estaba en manos de hombres, era considerada magia blanca, sobre todo si la hacían gentes de estamentos superiores como curas o reyes", destaca.

Un breve resumen temporal: el ser humano siempre quiso entender la causa de los fenómenos que no entendía, y así apareció la figura del mediador, capaz de comunicarse con los dioses, responsables de la lluvia, así como las curanderas que conocían las propiedades de las plantas medicinales. Cuando el saber se convirtió en fuente de poder y se institucionalizaron las religiones, rápidamente se produjo la distinción entre magia buena y magia negra. Durante la Edad Media, con el dominio de los monasterios como transmisores culturales, las mujeres fueron definitivamente expulsadas del mundo del conocimiento y la misoginia creció. La pobreza, las malas cosechas y las epidemias requerían de una explicación: estas serán producto del diablo que usaba a sus discípulas, las brujas, como intermediarias

Así, a partir de la publicación en 1487 en Estrasburgo del Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), un tratado sobre la brujería escrito por los frailes dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, y de su difusión gracias a la invención de la imprenta, arranca la caza de brujas en la Edad Moderna como resultado de siglos y siglos de cultura patriarcal y demonización de la mujer. "Fue el libro que más circuló por Europa a finales del XV y mediados del XVI después de la Biblia", apunta la autora, detallando que éste recopila todos los "bulos" y "mentiras" que habían circulado en la tradición oral para ponerlos "negro sobre blanco". Por eso, logró un profundo impacto en los juicios contra las brujas en el continente durante los doscientos años siguientes, en el período de histeria contra la brujería, que llegó hasta mediados del siglo XVII.

"Ese libro llega a manos de la gente que lee en la época, que sobre es gente de la nobleza y curas. Eso hace que todavía crezca más todo ese miedo que hay hacia las brujas, que están consideradas peligrosas por el hecho de ser mujeres", resalta, en un momento en el que además "hace falta buscar chivos expiatorios, ya que hay desastres, hambrunas o sequías". "Las brujas, que son las sirvientas del demonio, son las que tienen la culpa de todo, por lo que se extiende la idea de que si se las cargan, van a solucionar todos los problemas", apunta.

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La identificación de las brujas como mujeres maléficas fue evolucionando con los tiempos, pero siempre ha estado presente y ha llegado hasta nuestros días. De esta manera, Raquel Gu desmiente muchos de los mitos articulados alrededor de la figura de la bruja, como por ejemplo que solo eran mujeres (un 30% de las personas asesinadas por brujería eran hombres) y que las denuncias por brujería las hacían solo hombres. "Al patriarcado se han sumado mujeres también, eso tampoco hay que olvidarlo, no es una división tan cristalina", aclara. "Ha habido mujeres que han suscrito el patriarcado en todas las épocas de la historia, las hay ahora también", apostilla.

Asimismo, nos presenta también una pequeña historia cultural del término bruja y cómo este se ha usado en nuestra sociedad y cultura a través de los cuentos de los hermanos Grimm o las películas de Disney, que son "el eco que nos ha llegado dibujado de todas aquellas historias del pasado". "Que como personajes malvados son fantásticas todas, pero el estigma está ahí también, como la bruja vieja llena de verrugas y encorvada que le da la manzana a Blancanieves, que no es otra que la propia madrastra transformada", apunta. Y nos recuerda incluso a aquellas aviadoras de la Segunda Guerra Mundial conocidas como 'las brujas de la noche' o la increíble selección de jugadoras de voleibol japonesas que triunfaron bajo el apelativo de 'las brujas de Oriente'.

Por otro lado, y al mismo tiempo, este cómic es también un aviso acerca de "lo mucho que cuesta desactivar los bulos y las noticias falsas". "Si a día de hoy nos ha llegado esta iconografía de la bruja es precisamente por el lanzamiento de una mentira. Lanzar una falsedad cuesta muy poco y es rentable. Es de lo más rentable que hay, porque luego es muy complicado desactivar eso. Incluso aunque demuestres que no es verdad, el ruido que ha generado es muy grande, y es precisamente lo que pasó con estas mujeres", termina, lanzando un mensaje bien necesario en estos tiempos: "Hay que leer, contrastar la información, no creerse todo lo que vemos de buenas a primeras".

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