Una transición más que incompleta
Si hay algo que valoro de nuestra transición a la democracia, y de nuestra situación actual, es la posibilidad que me ha permitido expresarme con total libertad dentro y fuera de cualquier espacio: familiar, local, laboral, social, mediático... Por esa misma razón, ahora creo que puedo tener ya una idea más o menos sólida y certera sobre lo que fue ese período y las consecuencias de la misma en el momento presente, convulso por más señas. Por supuesto que el tema es de muy largo alcance, y que no hay espacio aquí, en esta tribuna; por eso me limitaré solamente a constatar una impresión que creo muchos conciudadanos pueden compartir.
Y no es que existiera un pacto no escrito entre González-Aznar (¡qué casualidad verlos juntos ahora!) y Pujol, con la connivencia buenista de Carrillo y el cardenal Tarancón, para defender la herencia del nefasto borbonismo en la figura de Juan Carlos I para así, nos decían, evitarnos males mayores: el miedo a una nueva guerra civil, por encima de todo. Miedo que creíamos superado pero que nos sigue dominando y que está tan anclado en nuestro subconsciente que no podemos por menos que sentirnos literalmente acojonados cada vez que vemos saludos hitlerianos y banderas carlistas en el horizonte, como si en este país aún no hubiera "amanecido" tras la larga noche de la dictadura...
Y a eso me refiero. A veces, cada vez más veces, me sacude el alma cuando siento en mis carnes el olor a cloaca nauseabunda que emana de la antigua DGS, sita en el Hotel Sol, sede actual de la Comunidad de Madrid, en connivencia con togados de la plaza de la Villa de París, frente a las Clarisas. El hedor es tan insoportable que hasta los más tontainas de nosotros, de la plebe inculta, tenemos el derecho a pensar mal cada vez que ellos, herederos de las "caenas" de Fernando VII, se interfieren en el normal desarrollo de una sociedad que es más tolerante, diversa y abierta que lo que esos señoritos engominados y niños "pera" quieren seguir haciéndonos tragar por los siglos de los siglos...
Es una pena, y siempre me acuerdo de la secuencia final de ‘Los santos inocentes’, que no existan jueces y policías que de verdad estén a favor del pueblo y con el pueblo
Es una pena, y siempre me acuerdo de la secuencia final de Los santos inocentes (¿por qué no habrá más Azarías?), que no existan jueces y policías que de verdad estén a favor del pueblo y con el pueblo, que es decir con la democracia. No de otra manera puedo entender que Díaz Ayuso se niegue a que sus sótanos sean declarados lugar de memoria histórica de la represión y de la ignominia. (Eso también forma parte de un pacto no escrito de nuestra transición; de una transición más que incompleta... Y que González, Aznar y Pujol se llevarán a la tumba; por eso, ahora, a sus residuos de forma humana se les escucha un rechinar de dientes y el agudo chirrío de la máquina afiladora de sus machetes).
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Javier Herrera-Navarro es socio de infoLibre.